La Comunidad

¿Es posible pensar la sociedad sin algún tipo de estructura de organización ni administración del poder? El anarquismo aspira a la desaparición del Estado y las instituciones que sostienen y regulan la vida de los ciudadanos dentro de la jurisdicción administrada por este superpoder. Esta filosofía política se erige en la posibilidad de la existencia del “individuo”. Tal concepto está vinculado la idea griega del “átomo”. En la antigüedad, a pesar de la falta de microscopios, los filósofos ya especulaban sobre la existencia de pequeñas unidades que construyen toda la realidad sensible y tangible. Entonces afirmaron que la materia está constituida por pequeños ladrillos, los cuales edifican una arquitectura universal. Son indivisibles, pues de hecho, en términos etimológicos, “a-tomos” significa que no se puede dividir.

El concepto de individuo tiene la misma relación de interpretación lingüística. Un individuo es “in-divisible”, por tanto es una unidad en sí misma que no depende de otras; aunque se puede agregar a sus iguales para dar lugar a una forma o realidad compleja (colectivismo). El anarquismo defiende la libertad de los individuos y propone un modelo de sociedad donde cada unidad humana indivisible, libre ya de la prisión maléfica del Estado, ejercite todas las posibilidades de su albedrío. En síntesis, la suma de todas la libertades se puede ordenar en una forma de vida que no requiera de la dictadura castrante de un Estado, que impone a la gente roles y tareas como engranajes dentro de una maquinaria.

El liberalismo también compone su utopía (lugar imposible) en esa ficción antinatural. Arguye que la desaparición del Estado permitirá que la misteriosa “mano invisible del mercado” autorregule las relaciones económicas de todos los individuos. El “individuo” también es indispensable para la concreción de la ideología liberalista. Cada individuo es una unidad económica responsable de su propio progreso y subsecuente felicidad material. El liberalismo también propone que esos pequeños ladrillos económicos se agrupen en beneficio de la sociedad en su conjunto. El modelo económico liberal presume que es capaz de arrastrar hacia el bienestar a todas las partes económicas dependientes. Quienes no se arriesguen a invertir su capital en búsqueda del éxito económico habrán de entregarse al oficio del funcionario. Los funcionarios son aquellos que, incapaces de poner capital, venden su mano de obra como trabajo que monetiza la riqueza de su empleador.

En el tiempo de la Guerra Fría el mundo se dividió por una pared de concreto bajo las amenazas de una hecatombe. Lo que hemos podido aprender desde ese tiempo hasta el presente es que ningún fundamentalismo ideológico es viable. El capitalismo ha demostrado que no se autoregula, sino patrocina una brecha insalvable entre pobreza y riqueza. La historia también prueba que no se puede obligar a un cuerpo social a vivir en un escenario de redistribución de la riqueza dictatorial (como aspira el socialismo). El idilio anarquista es una idea bonita pero imposible, pues no hay manera de separar a los sujetos de sus contextos y referencias. 

La COMUNIDAD es la realidad a la que nos pertenecemos. En ella se valora y promueve la diferencia, esto cobra sentido cuando se hace imprescindible la interdependencia para sobrevivir. La riqueza se redistribuye mediante la fiesta, por tanto uno se hace rico pero con el único propósito de crear abundancia para compartir. La justicia busca la reparación antes que la punición. El poder se delega como tarea y es otorgado en razón de la experiencia y sabiduría. ¿Será posible trasladar esos valores de vida a gran escala?