El “Proceso de Cambio”, o el nombre que le pongamos, resume lo que el país ha estado viviendo los últimos 10 años. No importa lo que pasé de aquí en adelante, hay cosas que han cambiado para siempre.
Ser “indio” en este país era un delito, hoy en día estamos rompiendo el embrujo del mestizaje que nos impuso la colonia y que más tarde la Revolución del 52 reinventó para darle cuerpo a un país sin alma. El reconocimiento de las 36 naciones indígenas, sus lenguas y sus culturas ha supuesto para el común del boliviano reconfigurar sus esquemas mentales y comenzar a preguntarse por el otro y por la esencia de sí mismo. En muchos sectores, particularmente en las periferias de las ciudades, los jóvenes comienzan a reinterpretar su identidad. Asumen con orgullo sus raíces indígenas, provocando en la gente que les rodea una nueva lectura de la alteridad.
Hay muchas más cosas que merecerían al menos ser enumeradas pero ésta es la principal. Sin embargo recordemos que este “Proceso de Cambio” infelizmente no es algo que el país haya querido como cuerpo. Las mayorías excluidas se abrieron paso en medio de la discriminación y el olvido, para despertarnos ante la realidad. En efecto, como el vicepresidente afirma, el proceso fue “liderizado por el movimiento indígena-campesino y popular”.
Por eso no debemos olvidar que quienes sostienen y sostendrán este “Proceso de Cambio” serán estos mismos cuerpos sociales. A diferencia del periodo de la postguerra aquí no está en juego una ideología. El mundo ha cambiado lo suficiente para superar la chatura mental de un mundo antagónico dividido entre capitalistas y comunistas. Felizmente hemos vuelto a las preguntas por las cosas importantes. Cuando en 1989 cayó el muro de Berlín mucha gente creyó que se resolvieron todos los problemas, hoy cuando el capitalismo se viene abajo descubrimos que los problemas nunca se acabaron. La gente tiene hambre, el planeta está sufriendo, la guerra y la violencia desmoronan nuestras esperanzas, la pobreza y la migración están cambiando la faz de la humanidad.
Hace pocos días el compañero vicepresidente nos agasajó con la publicación del libro: El “oenegismo”, enfermedad infantil del derechismo. Este trabajo es la respuesta a la carta de un grupo de personas autodenominadas “luchadores sociales de Bolivia”, que proponen “la recuperación del Proceso de Cambio”. Algunos de los firmantes son ex-funcionarios de gobierno, pero también hay otras personas con distinta trayectoria, entre los que aparecen Oscar Olivera, Raquel Gutiérrez y otros.
Para resumir... Un documento les dice a los unos que todo lo que han hecho está mal y han traicionado al pueblo y el otro le dice a los primeros que mienten y que son agentes de la restauración del neoliberalismo. Esta extraña disputa entre los mismos es igual a la extraña distancia entre Álvaro y Raquel. Durante su juventud recorrieron en bicicleta las fábricas de Cochabamba para hablarle a la gente de la esperanza, se amaron, se unieron en armas, estuvieron juntos en la cárcel y finalmente se separaron.
Lo que todos nos hemos olvidado es que ni los unos ni los otros son los protagonistas, ni los dueños del “Proceso de Cambio”. Los verdaderos dueños aún escriben a duras penas, viven en el campo y cuidan de sus animales. Son gente preocupada con su bosque y su casa (con o sin oeneges de por medio), son los que no quieren transgénicos; están en las periferias viviendo al día, estudian de noche y bocean durante el día. Evo, Álvaro, Oscar y Raquel se harán viejos y vendrá gente nueva poniendo la espalda para dar respuesta a las nuevas demandas urgentes y necesarias. Mientras tanto el pueblo seguirá reclamando lo que con justicia se merece a pesar de izquierdismo, derechismo y oenegeismo.
El Mundo, 2 de agosto de 2011