Nuestro país ha cumplido un año más de vida. Una nación que guarda en su historia maravillosos episodios que los celebra la humanidad entera. Desde nuestro pasado más remoto en los tiempos tiawanacotas hasta el día de hoy, hay muchas cosas de las que podemos sentiros contentos y orgullosos. Bolivia es un gran país por que su gente así lo ha querido. Ahora mismo damos los primeros pasos sobre la ruta señalada por la nueva Constitución, para hacer de este lugar una casa y hogar de todas y todos. Precisamente el momento que vivimos es profundamente dinámico y polémico, pues se están moviendo cosas que las teníamos incrustadas como astillas.
La comprensión misma del ser boliviano está en juego y eso supone derribar muchos esquemas mentales que los hemos heredado y no nos habíamos atrevido a cuestionarlos hasta ahora. La sociedad de castas impuesta por la colonia separó a la gente bajo el paradigma de la pureza de sangre, donde los dos extremos eran el español y el indígena. Sobre el primero recayó un prestigio de superioridad y belleza, en cambio el segundo era exactamente lo contrario. Esa herencia nos acompaño durante la república y en tiempos de Arguedas y Tamayo el darwinismo social actualizó los pretextos para la discriminación y el racismo. Allí se retomó el concepto de lo mestizo para intentar resolver nuestro vacío de identidad y la porfiada negación de nuestro ser indígena.
Otro tema en debate es también la compresión del país en cuanto realidad. Hemos dejado de ser una República para constituirnos en un Estado Plurinacional. Es increíble como puede generar tanto alboroto un par de palabras, convirtiendo el sentido de las mismas en un asunto político. Uno oye, lee, escucha a más de uno decir: “usted me disculpa pero yo soy de la República de Bolivia”, “que Viva la República”, etc. De repente, así como si nada, hay una euforia de republicanismo nunca antes vista; cuando en realidad lo único que quieren decir es que no les gusta el gobierno de Morales, que no creen en la nueva constitución y que están convencidos que antes estábamos mejor.
Desde la constitución de los Estados modernos uno se refiere a ellos de esa manera, como Estados. Más allá de hacer una distinción estrictamente conceptual quiero limitarme a decir que es más apropiado referirse a Bolivia como un Estado que como una República. Como bien sabemos la República se la inventaron los romanos y es el modo en que organizaron la administración y el gobierno. República quiere decir cosa publica y justamente es así como se concebía esa realidad; una "cosa" que le pertenece al pueblo. En cambio la palabra Estado más que una cosa es un sujeto, por lo que la compresión de esa realidad es mucho más dinámica y acorde a los modos en que hoy se organiza el mundo. El Estado son todas las personas que viven él y lo transforman, no es apenas una forma de organización, sino es ante todo un cuerpo que va cambiando y haciéndose con las apuestas históricas de la diversidad humana que lo habita. En fin, son sólo palabras.
A pesar de todo, es lindo el debate y la discusión, porque eso nos anima a ser parte del proceso. Son 186 años de un lugar en el mundo llamado Bolivia, pero son más de mil quinientos años desde que comenzaron a formase las primeras culturas en nuestro territorio. A todos nuestros antepasados les debemos la vida que hemos recibido, el futuro que protagonizarán los que nos siguen tendrán renovadas preguntas y nuevos desafíos. Éste es nuestro tiempo y ésta es nuestra aventura, ser capaces de ver a un mismo horizonte y caminar hacia él, aunque cada uno lo haga por una ruta distinta.
El Mundo 8 de agosto 2011