Hace poco menos de 20 mil años los primeros
habitantes de nuestra tierra culminaban una marcha épica que había comenzado en
el Asia, mas en sus orígenes el punto de partida no fue otro que el África.
Luego de cruzar el estrecho de Bering atravesaron América del Norte y América
Central, para finalmente llegar a la que sería su casa y definitivo hogar.
Algunos grupos nómadas se internaron en la selva; unos continuaron su
peregrinar hasta las alturas imponentes de la cordillera de los Andes, mientras
otros llegaron al paisaje cálido y fantástico de los llanos y el chaco.
Las personas que protagonizaron la gran
conquista de América en el actual territorio de Bolivia pertenecieron a diversos grupos lingüísticos
y culturales. Sabemos que eran parte de las grandes familias Tupí y Arawak, de
las cuales nacieron una infinidad de idiomas y formas de vida. Solamente en
Santa Cruz coexisten al menos cinco naciones indígenas, que son las directas
herederas de la más gloriosa gesta que la humanidad haya logrado, estamos
hablando de: Guarayos, Guaraníes, Chiquitanos, Ayoreos y Yuracarés. Todos ellos
son los fundadores de esta tierra.
Una vez establecidos construyeron una alianza
con su entorno. Este suelo fértil se convirtió en su madre y la naturaleza toda
se hermanaría a sus propósitos. A lo largo del siglo XV el pueblo guaraní
adquiriría un protagonismo importantísimo en la región, llegando a disputarse
el territorio con los Incas. Eran guerreros bravos y forjadores de una cultura
maravillosa. Por eso se lanzaron a la conquista de los Andes enfrentándose a
uno de los más grandes imperios del mundo. Con el tiempo se darían cuenta que
ninguno lograría vencer al otro. Fue así que buscaron formas de convivencia que
los mantuvieron relacionados por el intercambio de productos.
Más tarde llegaría el tiempo terrible de la
invasión española. La cual no solamente arrasó con las culturas de Tierras
Altas, sino también con las del Oriente Boliviano. Un día como tantos, un día
cualquiera, uno de esos soldados, un conquistador aventurero y su comparsa de
barbudos, creyó descubrir un lugar y le puso un nombre: Santa Cruz de la
Sierra. Pronto la violencia se traduciría no solamente en la ocupación, sino en
la violación, la explotación, la persecución y la servidumbre de nuestra gente.
Esos bárbaros escribirían una de las páginas más horrorosas de la Historia
Universal. Sin embargo, nunca mataron nuestros sueños, ni muestra ternura.
Alrededor del siglo XVII llegarían los
jesuitas, quienes nos mostrarían la otra cara la gente de la península. Se
adentraron por la tierra de Chiquitos y junto a la gente de allí reescribieron
la Historia. Chiquitanos y Jesuitas construyeron en los llanos cruceños la
experiencia de convivencia más armoniosa y ejemplar que se haya conocido hasta
ahora. La arquitectura, la música, el baile, las tradiciones, el color, la
fiesta... ¡Todo se lo debemos a ellos!
Hoy es un día de fiesta, pues conmemoramos 201
años de la lucha por la independencia. Pero no es solamente una fecha y los
motivos que le dieron razón a esa fecha. Santa Cruz conmemora todo lo que Santa
Cruz ha sido, es y será a pesar de las contradicciones de la historia.
Conmemoramos la vida de sus pueblos y la herencia que llevamos en nuestras
venas y nuestra cultura. Somos los depositarios de un gran legado y con cada
año que pasa se renueva nuestro compromiso con el futuro. Hoy Santa Cruz hace
historia y aviva la esperanza de todo un país. En sus ciudades, en los pueblos
y en los rincones más lejanos, gente de todas partes de Bolivia conmemora este
día. Celebramos la vida, celebramos la fuerza y la bravura de su gente y
celebramos, cómo no, a esta dulce tierra que ve a nuestros hijos nacer.
El Mundo, 24 de septiembre de 2011