Bolivia ha hecho historia


Bolivia una vez más ha hecho historia. Las elecciones de ayer no sólo marcan un hito para la democracia nacional, sino también se trata de un acontecimiento sin precedentes en el mundo entero. La elección de representantes para el poder judicial, por voto directo de la ciudadanía, es el resultado de las profundas transformaciones a las que el país se ha aventurado, desde la promulgación de la nueva Constitución Política del Estado.

La nueva carta magna propició un nuevo concepto de Estado. La plurinacionalidad es un quiebre radical con el modelo decimonónico de Estado. Los Estados modernos del siglo XIX están fundados bajo el paradigma del “Estado-Nación”. El proceso que hizo posible a la Europa que conocemos hoy, es resultado de esa apuesta, construir el Estado a partir de un pueblo; es decir, de una nacionalidad. Hasta el siglo XVIII la historia de Europa era la historia de reinos grandes y pequeños, sometidos al azar y la arbitrariedad de reyes, tronos y herencias en disputa. La Revolución Francesa es la que determinará el giro de timón. Entonces los reinos europeos se convertirán en países. Estados fundados a partir de una identidad común; una identidad cultural, lingüística e histórica.

La independencia americana, fuertemente influida por la Revolución Francesa, adopta un modelo semejante para la constitución de los nuevos Estados americanos. Bolívar, que soñaba con la creación de la Gran Patria Sudamericana, como todo genio se adelantó a su época. A cambio, más o menos inspirados en el modelo europeo, los Estados sudamericanos se constituyen bajo una vaga idea de nacionalidad. Se maquillan los viejos límites virreinales y se levantan naciones independientes.  Obviamente entrará en juego el tema de la identidad, sobre el que las élites criollas fundarán el “ser-nacional” de cada país. Bolivia jamás hubiese existido como tal de no haber sido por este proceso.

Sin embargo, el nacimiento de nuestra República pasó por alto algo que después la historia se encargaría de reivindicar. La población indígena, mayoritaria siempre, era extranjera en su propia tierra. Durante la Colonia vivieron como esclavos y durante la República vivieron desaparecidos. Mucho más tarde el proyecto nacionalista del MNR, levantaría del polvo del social-darwinismo una idea que buscaba resolver el tema de la identidad y la nacionalidad para un país sin alma: el mestizaje. Países como Argentina y Chile habían apostado por la “limpieza racial”, no sólo abriendo sus puertas a la migración europea, sino organizando verdaderas carnicerías para exterminar a la población indígena. No obstante, el asunto fue mucho más complejo en nuestra patria. Las naciones indígenas nunca estuvieron dispuestas a morir, ni rendirse; lucharon hasta que finalmente el tiempo les dio la razón.

El Estado Plurinacional es el salto socio-político más importante después de la fundación de la República. Hoy el país no busca construirse a partir de una identidad única o una nacionalidad claramente definida. Por el contrario, nuestra razón de ser son todas nuestras diferencias.

Es en este contexto que se realizaron las primeras elecciones judiciales en el mundo. Hay motivos suficientes para creer que ésta fue una muy buena idea, como hay otros tantos para pensar de que ha sido un error. Yo creo que es mucho mejor tener jueces y magistrados elegidos por el pueblo; que los que teníamos antes, escogidos por los votos de nuestros diputados y senadores en el poder legislativo. En ambos casos hay la posibilidad de manipular las cosas para someter a la justicia bajo los intereses de determinado partido político, tal como ha sucedido en el pasado. No obstante, es ahora el pueblo todo el directo responsable de lo que pase. Estoy seguro que aprenderemos en el camino y que saldrán cosas muy buenas de esta experiencia. ¡Felicidades Bolivia!

El Mundo, 17 de octubre de 2011