Debo
confesar que me acostumbré a mirar el proceso social en los Estados Unidos con
la sólita resignación que tiene cualquiera respecto a un absurdo. Sin embargo,
hace más de dos semanas hay un grupo de personas, adultas, jóvenes y
desequilibradas gritando en pleno Wall Street su indignación respecto al
sistema. Veo y repaso las imágenes en la televisión y hago como si fuera la
Mariscal Santa Cruz o la Peréz Velasco. Entonces sonrío con complicidad y me
arrebato de ternura, porque está sucediendo al fin aquello que habíamos deseado
todos...: el imperio de la interrogación.
Cuando
era chiquito me preguntaba con frecuencia del porqué de tanta protesta en
nuestro país. Las calles de La Paz siempre albergaron todos los pretextos para cuestionar
el pasado, el presente y el futuro. Fui testigo de miles de petardos
explosionando, centenares de miles de personas marchando, millones de voces
gritando... “El Pueblo Unido Jamás Será Vencido! Tuvo que pasar el tiempo
necesario para darme cuenta que todo aquello y sus respectivas circunstancias
era la conciencia de un pueblo retumbando en el centro del cerebro y del
corazón de un país. Todos esos episodios de caos, sangre y tormento no fueron
otra cosa que la ebullición de la justicia y de la solidaridad reclamando, para
que se haga posible y tangible un lugar real y feliz en estos lares.
En
efecto, las marchas y las protestas no son patrimonio exclusivo de la
bolivianidad, sino son el único instrumento que tiene la gente, en cualquier parte del mundo, para cuestionar
la realidad. Ver a Europa conmocionada escapa a nuestra compresión, pues muchos
creíamos que ellos vivían en un mundo perfecto. En Grecia las manifestaciones y
la represión policial no tienen nada que envidiar a las nuestras. España, el
destino de cientos de miles de compatriotas nuestros emigrantes, es el
escenario y cuna de un movimiento intitulado “Los Indignados”. Se tomaron la
calles y la Puerta del Sol demandando al Estado y a las instituciones
financieras un manejo responsable de la economía.
Ahora el
país insignia del modelo capitalista hoy es noticia. Los Indignados de EEUU se
han parado justo en frente del centro de la economía mundial: Wall Street.
Resulta muy llamativo que no fueron a marchar en frente de la Casa Blanca, sino
se apostaron delante de los dueños del poder económico. Han identificado con
claridad meridiana a los autores de la debacle y ahora les piden cuentas.
Reclaman, y con razón, que el gobierno esté usando sus impuestos y sus ahorros
para pagar los costos del fracaso del sistema. Recientemente los manifestantes
bloquearon el puente de Brooklyn exigiendo una repartición equitativa de la
riqueza, seguridad laboral y respuestas efectivas ante la crisis.
Entre
los manifestantes hay un grupo de ex-marines que han asegurado que brindarán
seguridad a la gente. Uno de ellos afirmaba los siguiente: “Quiero enviar el siguiente mensaje a Wall Steet y al
Congreso: Yo no luché por Wall Street, luché por América. Ahora es el turno del
Congreso”. “Mi verdadera esperanza es
que los veteranos podamos ser la primera línea de defensa entre la policía y
los manifestantes. Si quieren acceder a los manifestantes para golpearles
tendrán que pasar primero a través del puto Cuerpo de Marines. Veamos si un
policía es capaz de pegar a un grupo de veteranos de guerra condecorados”.
Quien lo diría... Es verdaderamente conmovedor. Ese ideal del
“progreso” ilimitado se ha chocado de bruces con los límites. Se derrumba la
ficción.
El Mundo, 10 de octubre de 2011