El otoño de los patriarcas


En Tunez, un régimen corrupto y autoritario había despertado la insatisfacción de gran parte del pueblo. La falta de empleo y los salarios miserables hacían insostenible la vida. Precisamente por eso mismo un joven de 26 años, llamado Mohammed Bouazizi, decidió prenderse fuego y ese fue literalmente el detonante de laPrimavera Árabe. Las manifestaciones populares apoyadas por el ejército arrancaron a Ben Alí del poder. En Egipto, durante una intensa y aguerrida lucha de 18 días, tomando las calles y las plazas, la gente armada de banderas y oraciones, desmoronaron rápidamente la pirámide de arena de Mubarak. Las redes sociales y el Internet cobraban un protagonismo inusitado, agilizando la información y materializando lareden el espacio físico.

En Libia la oligarquía presidida por Gadafi se enfrentaba a manifestaciones en Bengasi, que poco a poco fueron extendiéndose por todo el país. Trípoli respondió con la violencia y la represión, provocando centenares de muertos, que terminarían por alzar a la gente en armas. Fue el inicio de la guerra civil. Guerra que por todos nosotros es conocida en sus desenlaces y ante todo por la grosera y antojadiza intervención de la OTAN. Otro de los epicentros, Siria, continua atizando lo que ya se considera un conflicto armado. Una vez más la inflación, el desempleo, la corrupción y el gobierno de la familia Assad, perpetuado hasta el hastío, son los orígenes del conflicto.

Sin embargo, ahí no se termina la historia. Argelia, Líbano y Jordania también se manifestaron contra el estado de las cosas. Sahara Occidental, Mauritania y Omán fueron igual escenario de protestas. Irán, Irak y Marruecos estuvieron también en los titulares de nuestras noticias, anunciando nuevos conflictos. Más allá de la comedida, impertinente y siempre interesada intromisión de Occidente, lo que sucede en el mundo árabe es un proceso que se fue incubando durante años debido al inmovilismo político, regímenes totalitarios y condiciones económicas cada vez más terribles.

Al NORTE no hay tanques disparando a los civiles. No hay fuerzas de coalición soltando bombas desde el aire. Tampoco pronunciamientos de la ONU, ni reuniones del consejo de seguridad. No obstante, los gobernantes europeos caen uno a uno, como las hojitas otoñales de un árbol muy viejo. En contraste de lo que sucede en el mundo árabe, los líderes del mundocivilizado y modernose derrumban no por la presión de la gente, abatida por la debacle; sino por la presión de los mercados bursátiles, los bancos y los inversionistas. La gran paradoja es que abandonan el poder no para propiciar un cambio, sino para mantener el modelo en pié. Como si fuese lo más normal del mundo, los caídos afirman que se van para dar certidumbre a los mercados financieros.

Primero fue Portugal, le siguió Grecia y hace pocos díasil CavaliereSilvio Berlusconi nos dice que se va. Dentro de breve en España se celebrarán elecciones anticipadas convocadas por Zapatero. Pero ahí tampoco termina la cosa. Muchos analistas afirman que ya es demasiado tarde y es probable que la presión financiera continúe extendiéndose por el resto de la zonaeuro, luego se desplazará al Reino Unido, Japón y Estados Unidos.

Ojalá que los “Indignados”, tan ignorados y ninguneados por sus gobernantes, no desistan en mostrarle a sus países y al mundo las verdaderas razones y consecuencias de la crisis. Esperamos que este suelo vestido de un manto de hojas amarillas nos anuncie el paso a una verdadera primavera europea y no a un invierno doloroso y triste. Confiamos que el modelo económico finalmente se derrumbe y nos enseñe las lecciones de la absurda creencia del progreso indefinido, sostenido por la mano invisible del mercado.


El Mundo, 15 de noviembre de 2011