El mundo sin Estados Unidos

Ayer ha sido verdaderamente una fecha histórica para nuestro continente. Sin temor a exagerar el nacimiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) se constituye en el logro más importante de los pueblos americanos luego de la independencia. Finalmente se materializa ese anhelado deseo de Simón Bolívar de ser todos una sola patria grande. En la carta de Jamaica lo expresaba así: “Es una idea grandiosa pretender formar de todo el mundo nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería por consiguiente tener un solo gobierno que confederase los diferentes Estados que hayan de formarse; mas no es posible porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes, dividen a la América”.

En efecto, la guerra de la independencia Americana comenzó nada más y nada menos que en Bolivia. Los hechos de Sucre y de La Paz marcarían el inicio de un arduo camino en busca de la libertad. Abandonamos nuestra condición de colonias para recuperar la vida que nos había sido arrebatada por el invasor. Bolívar y San Martín reclamarían su lugar en la historia regalándonos la dicha de la victoria. No obstante, tristemente perdimos la oportunidad de construir nuestro futuro en la unidad. A la independencia le siguieron largos años de disputas internas entre los nacientes países. La efímera constitución de la Gran Colombia se desmoronó junto con los sueños del Libertador.

Muchos episodios de nuestra Latinoamérica libre se construyeron bajo la sombra de la mezquindad y la rapiña. Como el presidente Evo nos lo recuerda siempre, vivíamos en un estado de colonización económica y metal. Pues aunque nos habíamos liberado del Reino de España, el proyecto neocolonial ingles conseguiría incrustarse entre nuestros pueblos provocándonos nuevas desdichas. Jamás olvidaremos las guerras auspiciadas por Inglaterra: la guerra del Paraguay contra la triple alianza, y la guerra del Pacífico entre Bolivia, Perú y Chile. Asimismo, los Estados Unidos comenzarían su injerencia en América desde tiempo de la independencia, cómo no recordar su advenedizo y abusivo papel en la independencia de Cuba o en la de Panamá. Más tarde, todo el siglo XX llevará rastros profundos de su garra maldita. Todas las dictaduras, con todos sus muertos, con todas las torturas y con todas sus secuelas serán el signo más poderoso de su deslealtad para con nosotros. En su esfuerzo por librarnos del comunismo nos llenaron el alma de odio y dolor.

A partir de ayer hemos escrito el inicio de una nueva era para nuestra gente, y hablo en plural porque todos hemos sido responsables de que suceda. Finalmente, después de 200 años de comenzada nuestra independencia, estamos logrando construir un nuevo horizonte común para todos nosotros. Ha sido la voluntad de los ciudadanos apostar por la democracia e impulsar en cada uno de nuestros países cambios extraordinarios, que están haciendo posible todo esto que ahora vemos. Lula, Néstor, Hugo, Michelle, Evo... no son sólo presidentes y punto, detrás de ellos están las voces y los sueños de sus pueblos; empeñados por construir un mejor presente. Igualmente la CELAC no es sólo una organización más y punto. Se trata de un gesto político trascendental de la historia de nuestro continente; pues la exclusión de Estados Unidos muestra a su vez la determinación por acabar definitivamente con cualquier forma de colonialismo. Aquella célebre sentencia del libertador repercute una vez más en lo más hondo de nuestros corazones: “Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia para plagar la América de miseria a nombre de la Libertad”. Sin embargo, hoy respondemos a su prepotencia con nuestra unidad.

El Mundo, 5 de diciembre de 2011