Los
procesos humanos siguen de ordinario, dentro de las alternativas de
sus posibilidades, desenvolvimientos semejantes. Existe un primer
momento que podríamos llamar el periodo carismático, luego vendrá
el momento de la polémica; si todo va bien, probablemente le siga un
momento de normalización y finalmente un periodo de transición. No
se trata de una ley general, ni mucho menos de una fórmula para
comprender la realidad. Sin embargo, esta secuencia puede ayudarnos a
comprender el modo en que la humanidad avanza, se detiene, vuelve a
avanzar y en ocasiones retrocede.
El
22 de enero de 2006 se dio vuelta a una página de la historia
nacional, para comenzar una nueva etapa que hoy marca la agenda de
los días que nos tocan. Todo lo sucedido antes de eso era un periodo
de transición secuestrado por las oligarquías y una clase política
agotada en sus discursos y sus propuestas. Por ese motivo el pedido
del pueblo boliviano por una Asamblea Constituyente fue resistido al
extremo de la violencia y la muerte. Aquella fecha marca la
determinación de una nación por cambiar las cosas y devolverle a la
ciudadanos la posibilidad de elegir. Fue a Evo Morales a quien se
delegó esta tarea y lo convertimos en el funcionario publico numero
uno.
Con
él comienza ese nuevo periodo carismático en el que, con verdadero
romanticismo, no nos ahorramos una sola gota de excitación. Una
posesión en Tiawanacu con toda la rimbombancia del mundo para
aclamar a nuestro nuevo Inca. Una ceremonia en palacio que se
guardará en la memoria como el día en que Bolivia finalmente apostó
a ser verdaderamente un solo país. Mas tarde vendrá el tiempo de la
Asamblea Constituyente y con él el tiempo de la polémica.
Polémica
viene de la raíz griega pólemos, que significa guerra, combate,
choque, lucha o batalla. Y eso fue la Asamblea Constituyente en todos
sus sentidos. Dentro de las cuatro paredes del “Gran Mariscal” y
en las calles de todo el país, se disputaba dos visiones de una sola
realidad. Una que insistía testarudamente en mantener, aunque sea en
una versión provincial, una sociedad de castas gobernada por
patrones y sostenida bajo el paradigma de la ideología neoliberal.
En contrapartida estaba la propuesta de un sociedad inclusiva que se
atreva a terminar con una República fallida y comience a delinear
los argumentos del Estado Plurinacional. De esa manera hacer de
nuestras diferencias nuestro mayor capital, para encarar el siglo XXI
con la dignidad en alto y mostrarle al mundo de lo que somos capaces
unidos.
Han
pasado seis años desde entonces y dos desde la fundación del Estado
Plurinacional de Bolivia. Finalmente, después de los más dramáticos
episodios, estamos entrando en el periodo de normalización. Tanto el
incremento al precio de los carburantes, como el conflicto del
TIPNIS, son dos momentos que han dado la señal del inicio de este
nueva etapa. Habiendo amainado la efervescencia de los primeros años,
tras haber concluido los combates por el control del poder y del
discurso, hemos comenzado reclamar por el momento de las acciones. Ya
no es suficiente una Constitución redactada, ya no nos conmueve un
discurso grandilocuente de la patria o contra el capitalismo;
necesitamos ver y palpar el nuevo horizonte, comprobar que era verdad
todo lo que nos prometieron y celebrar con los hechos las
transformaciones.
El
tiempo de la transición es inevitable sin importar lo que pase,
vendrá después o demorará lo que tarde. Las transiciones hacen
dinámica la historia, permiten actualizar las apuestas y las
esperanzas. Por eso, lo que se haga en este tiempo orientará el
futuro de lo que pase en adelante. Es crucial comenzar a responder a
los signos de los tiempos. Una tarea que sin lugar a dudas le toca
particularmente a los funcionarios públicos, presidente incluido;
pero también es una tarea de todas y todos como ciudadanos del nuevo
Estado. Ponerle el hombro a lo bueno y tener la valentía de reclamar
por lo malo.
El Mundo, 23 de enero de 2012