Las idas y las vueltas

Hace pocos días recibimos la triste noticia de que en España hay más de 5 millones de personas desempleadas. Lo cual representa nada más y nada menos que el 23% de la población activa. España es el país que encabeza la lista de desempleo seguido por Grecia. Como todo en economía es una red de hilos, de los cuales dependen todos los números y sus consecuencias, resulta que se prevé una caída en el crecimiento del 1.5 %, lo cual se traduce a su vez en un síntoma claro de recesión. Como es suponer, este lamentable escenario afecta también a la gran cantidad de compatriotas nuestros que se fueron a las Europas buscando “mejores oportunidades” económicas.

Bolivianas y bolivianos dejaron la tierra, la casa, la familia y todo cuanto querían para cruzar un océano gigante con el anhelo de ser parte de ese sueño capitalista. Profesionales, técnicos, profesores, universitarios, albañiles, trabajadoras del hogar, cocineras, etc. arribaron al aeropuerto de Barajas con la esperanza en el pecho, los ojos todavía empapados y cientos de miedos atormentando los pensamientos. Una vez allí, gran parte de los varones se dedicaron a trabajar en la construcción, en restaurantes, como personal de servicio, o vendedores en las tiendas. Por su parte, la mayoría de las mujeres se dedicó al cuidado de ancianos y niños.

Hoy como están las cosas, el escenario de prosperidad y abundancia ha sido sustituido por un dramático cataclismo económico. Una vez que la burbuja de la construcción explotara, ahí por los aires y muy lejos del suelo, el trabajo de miles de personas también se fue a piso. Actualmente, para que España pueda recibir el dinero del “rescate”, la Unión Europea le ha obligado al gobierno a reducir el déficit fiscal e implementar medidas de austeridad. Ese “déficit” significa que el Estado está recibiendo menos dinero del que gasta; por tanto, habrá de recortar los salarios de los funcionarios públicos o en su defecto también se sumarán los despidos.

Como lo hemos dicho, un cosa lleva a la otra. El PIB (producto interno bruto) caerá en su crecimiento, en torno al 3%. Eso quiere decir que toda la producción de bienes y servicios del país se vendrá abajo, por consiguiente muchas empresas podrían verse en serios aprietos por la falta de consumo. La ecuación es perversamente simple. Sea por la falta de empleo o por los recortes de los salarios, la gente tiene menos recursos para gastar, por tanto las compras serán en torno a lo estrictamente necesario. De esta manera, por activa o por pasiva, no sólo los dueños de casa son los que sufren, sino también nuestros connacionales.

Cuando se desplomó la fantasía del “boom” inmobiliario, todos los albañiles, carpinteros, electricistas, plomeros y ramas afines se quedaron sin trabajo de un día para otro. Ahora esta bola nieve amenaza los comercios, restaurantes, centros comerciales y tiendas de artículos. Con lo cual quedaran en la calle vendedores, personal de servicio y limpieza, trabajadores de carga, etc. En fin, quienes todavía parecen tener alguna “chance”, son nuestras mujeres. Para el cuidado de los viejos y los niños se sigue precisando de la esforzada mano de obra latina. Cambiar pañales, lavar culos, limpiar babas, servir la comida y dar de comer; todavía son tareas delegadas y demasiado sacrificadas para el europeo medio. No obstante, cuando la plata no alcance para la comida seguramente también prescindirán de esos servicios.

El día que los nuestros se fueron, lo hicieron porque el país no les dio las oportunidades para salir adelante. Hoy muchos se están pensando enserio la posibilidad de volver, mientras otros tantos ya lo han hecho. Vuelven como héroes, titanes de la pasión y el sacrificio; en la maleta llevan unos cuantos regalos y dentro de un calcetín los ahorros de los últimos años. Ojalá el país, éste que hoy presume su propia bonanza económica, sepa usar esos recursos para multiplicar la esperanza y ante todo para devolvernos la dignidad.

El Mundo, 30 de enero de 2012