No me resigno...


El planeta Tierra ha completado un ciclo entero al rededor de su órbita. Hace 4.550 millones de años que lo ha venido haciendo de la misma manera. En todo ese tiempo cosas sorprendentes y maravillosas han ido sucediendo. La biosfera comenzó a evolucionar a los 3500 millones de años. Fue hace 230 millones de años cuando surgieron los dinosaurios y hace 65 millones de años cuando desaparecieron. Apenas hace 2,5 millones de años que el ser humano ha entrado en escena y han pasado más o menos 200 mil años desde que el homo sapiens dio inicio a sus migraciones, logrando poblar todo el planeta hasta hace sólo 20 mil años. Finalmente las civilizaciones más antiguas surgieron cuando mucho hace 4500 años atrás, disputándose una tras otra la hegemonía del discurso, de la cultura y la verdad hasta la fecha. Esa es nuestra historia, tan grandiosa y ridícula a la vez.


Hoy somos todo y nada al mismo tiempo. Hemos creído ser dueños de la historia y profetas del futuro del universo, cuando apenas podemos con nuestras singulares vidas. Con el desarrollo de nuestra inteligencia y la tecnología se han logrado cosas inimaginables. Llegamos a pisar el suelo de la luna y hoy buscamos descifrar lo que sucedió más allá de nuestro ombligo, bien lejos de las fronteras de nuestra galaxia. Soñamos con llegar a Marte y ni siquiera hemos podido resolver las desigualdades sociales y mucho menos llevar a la práctica esa extraña idea que llamamos paz.


Cada uno desde su rincón de la vida camina con sus propios argumentos y preguntas por la historia. En definitiva somos la suma de todos y cada uno de esos pasos. La humanidad enterita está dentro de nosotros y ella se expresa por nuestros sueños, promesas y deseos. Cada año nuevo reinventamos nuestro camino y confiamos despertar en un mañana mejor y feliz. Esperamos no otra cosa que la vida vivida plenamente y ganar motivos suficientes para que cuando llegue el fin, creamos que realmente ha valido la pena. La muerte, nuestra más dulce compañera no disfraza ninguna de sus intenciones y nos sacude el espíritu buscando en nosotros pasión y ternura.

Este nuevo principio es apenas el día primero de un año nuevo. Un número para un mes, de un año y de un tiempo que nosotros hemos inventado para avanzar hacia el mañana. Un pretexto para organizar nuestros ciclos agrícolas y económicos, pero también una forma de contar el espacio que nos separa del fin, ese que nos precede desde el nacimiento. Vida y muerte que vienen unidas demostrándonos que lo único que será capaz de vencer las terminaciones son tan sólo nuestras esperanzas. Esas vibraciones en las entrañas y nuestros pensamientos más auténticos, rebasando todos los límites y razones. Todo futuro viene presidido siempre por nueva vida, cada episodio de lo que hemos sido, somos y seremos en este mundo es posible únicamente porque detrás de nosotros viene gente nueva.


Serán ellos los que recrearán la realidad según sus demandas y sus urgencias. No obstante, vienen con nosotros y somos nosotros los responsables de que el mundo que encuentren sea un poco mejor que nuestro presente. Ojalá seamos capaces de propiciar un año más bonito, que tengamos la osadía de creer en el valor de la solidaridad y no perdamos el miedo al dolor. Concluyo con las palabras de Pedro Arrupe, un gran revolucionario del siglo XX y un valiente, quien afirmaba sin temor a que lo tilden de loco lo siguiente: “No me resigno a que, cuando yo muera, siga el mundo como si yo no hubiera vivido”. ¡Feliz Año Nuevo!


El Mundo, 1 de Enero de 2012