Dar un paso adelante


Cuando pienso en miembros de mi equipo, que están comprometidos en relaciones monógamas homosexuales y están criando hijos juntos. Cuando pienso en esos soldados, aviadores o marinos que están luchando en mi nombre, y pese a todo se sienten reprimidos, incluso aunque y no esté en vigor la política de “Don't ask, don't tell”, porque no pueden comprometerse en un matrimonio. En un cierto punto concluí que, para mí, personalmente, es importante dar un paso adelante y afirmar que creo que las parejas del mismo sexo deberían poder casarse”

Con esas palabras el presidente de los Estado Unidos se ha convertido en el primer mandatario norteamericano en apoyar el matrimonio homosexual. Es un hecho histórico, particularmente para una sociedad reconocida por su moral pacata en lo referente a estos temas. El 2010 Argentina se convirtió en el primer país de Latinoamérica en autorizar el matrimonio entre personas del mismo sexo. Ese mismo año y a mediados del 2011 el tema también se debatió en Bolivia. Actualmente en Colombia ha habido una intensa polémica y la Corte Constitucional le ha dado plazo al Legislativo, hasta junio de 2013, para escribir una norma que permita a las parejas del mismo sexo estar protegidas bajo los mismos derechos que rigen para las parejas heterosexuales.

Es común pensar que este asunto es parte de todas esas novedades que nos ha traído la posmodernidad, una suerte de escenario de libertinaje donde todo vale. Particularmente los dirigentes religiosos levantan el grito al cielo, se rasgan las vestiduras y conminan a sus fieles a seguir las leyes divinas. El secretario general de la conferencia episcopal de Colombia, Monseñor Juan Vicente Córdoba afirmaba enfático que el “Matrimonio entre hombre y mujer es dictado por Dios”. Asimismo decía: “por un problema de unos poquitos no podemos hacer ley para todo un país en algo que atenta a lo esencial de la familia, y eso es que está compuesta por hombre y mujer”. Cosas semejantes hemos oído de nuestro cardenal Terrazas y de otros personajes.

Lo cierto es que no se trata de una moda o fruto del derrumbe de los “valores mas altos” que deberían regir a las sociedades. Felizmente estamos comenzando a asumir con madurez nuestra propia realidad humana. Una realidad cuya principal característica es la diversidad. La homosexualidad es un tema tabú para muchas sociedades por diversos motivos, pero en otras se asumía con enorme apertura. Entre los mapuches las machis, líderes religiosos de este pueblo, eran por lo general homosexuales. En la Grecia clásica la homosexualidad era parte de la vida cotidiana y sentimental de su gente. En nuestro país Ina Rosing describió en un precioso texto “Los diez géneros Amarete” entre los kallawayas. Donde un varón también puede ser femenino y una mujer masculina, e intercambiar roles o destacar énfasis siendo más masculino o más femenino según las posibilidades que otorga la comunidad.

Estoy convencido que cualquier cosa que tenga como ingrediente fundamental el amor, sencillamente no puede ser malo, ni debe prohibirse. Felizmente estamos dando pasos para devolverle a la gente la dignidad y recuperar para nosotros mismos el respeto por todo lo que constituye lo humano. Seguramente, más temprano que tarde, le tocará también a nuestro país encarar estos temas en el ámbito legislativo. Evidentemente tendremos que soportar el palabrerío de un sin fin de mentes retrogradas, pero el ejercicio nos ayudará a ser concientes del momento histórico en que vivimos. Ya es un buen síntoma ver lo que sucede en EEUU y también lo que ocurre en el vecindario.