Si lo mestizo y el mestizaje no se pueden explicar desde el color de la piel, tampoco desde las razas, y menos aún desde la genética; entonces ¿qué nombre nos pondremos? ¿qué es lo que somos al final de cuentas? Dado que ninguna de las variables anteriores sirve para demostrar “científicamente” la existencia de humanos mestizos, la única posibilidad que nos queda es el plano cultural. Aquello que podría escapar a las evidencias, para defender una eventual “identidad mestiza”, estaría en demostrar que los modos de vida y las expresiones culturales son una tercera alternativa entre considerarme indígena o blanco.
Esto nos pone delante de la pregunta ¿existe la cultura mestiza? y si existe ¿puedo desde ahí afirmar que yo soy “mestizo”? La colonia impuso un modelo de sociedad basado en la lógica de las castas y separó a los individuos de acuerdo a la pigmentación de la piel. De hecho muchas veces ése es el único parámetro que usamos para afirmar nuestra identidad. Asimismo creemos que lo indígena tiene que ser una especie de realidad refrigerada circunscrita únicamente a la comunidad campesina. Si no lleva poncho y chulo, si no tiene taparrabos y no usa plumas en la cabeza no puede ser indígena; si no habla la lengua nativa y si no práctica las costumbres descritas por antropólogos, ése o ésa debe ser mestizo.
Recordemos que la población indígena migró muy pronto a las ciudades coloniales precisamente con la esperanza de burlar el sistema de castas y hacerse parte la sociedad de los vencedores. Entonces las ciudades de blancos se llenaron de gente que luego sería considerada mestiza. Ellos a su vez aceptaron su nueva condición y comenzaron a jugar la bajo la lógica de los estratos, poniendo en práctica diversas estrategias de “blanqueamiento”. Uno podía, si tenía suerte, conseguir una pareja española o criolla; principalmente las mujeres, pues al revés era prácticamente imposible. Se podía ejercer cierto tipo de oficios que incorporen al sujeto dentro de un gremio, el cual a su vez estaba ligado a una casta. También se usó con mucha frecuencia el cambio de apellidos para que al menos los papeles digan que uno ya no era “indio”.
Pero usted y yo sabemos que no se puede borrar el pasado y de dónde venimos, todos los esfuerzos por “blanquearnos” no pudieron anular un modo de ser en el mundo, el cual ha delineado las características de la cultura boliviana. Es decir, todas nuestra expresiones culturales no son prueba de que exista “lo mestizo”; sino más bien lo contrario, nos demuestra los alcances de la influencia y valores indígenas trasladados a las ciudades. La morenada, el tinku o el taquirari que usted baila con pasión es una prueba de ello. La música que han compuesto nuestros artistas es más de lo mismo. El modo en que hablamos el español o nuestro modo de vestir, etc.
Por tanto no es que la cultura indígena dote de algunos elementos a lo que llamamos cultura mestiza, sino es nuestra cultura indígena la que recibe las influencias foráneas actualizando una y otra vez sus modos de expresión. Si a usted no le gusta recordar que es parte de un pueblo que habitó el continente desde hace 20.000 años y le gusta hacer equilibrismo con los pretextos de la colonia y sus recetas de blanqueamiento, ¡está bien! Pero no use la palabra mestizo para definirse, porque eso no existe ni como humanidad, ni como cultura. Si es capaz de llamarse boliviano y no sentir mucha vergüenza de eso ya es un buen comienzo.