La Pax Colombiana


Cuentan que el proceso de negociación y el tratamiento de los puntos a incluir en la agenda de paz se hicieron el secreto en la Habana. Fueron reuniones que se prolongaron por meses y más de sesenta sesiones dieron como resultado el anunció oficial del inicio de los diálogos por la Paz. Sin embargo, no es este el primer intento entre la guerrilla y el gobierno de Colombia por alcanzar un acuerdo para el fin de la violencia armada. En los años ochenta tuvieron lugar las negociaciones de La Uribe y a finales de los noventa el presidente Pastrana auspiciaría las negociaciones del Caguán. Esa última ocasión fue motivo de duras críticas para sus gestores, pues la guerrilla usó ese proceso para deslegitimar al Gobierno. En aquel tiempo los insurgentes eran fuertes y todavía confiaban en una victoria militar.


Han pasado más de 14 años desde la última vez en que las partes en conflicto se sentaron a dialogar, pero la guerra ha venido sucediendo ininterrumpidamente desde 1960. En sus inicios existieron cuatro frentes revolucionarios: las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), el ELN (Ejército de Liberación Nacional), el EPL (Ejército Popular de Liberación) y el M-19 (Movimiento 19 de Abril). Este último grupo se desmovilizó en 1990 después de 20 años de insurgencia. De hecho dejaron las armas para contribuir en el proceso constituyente de 1991, y algunos de sus integrantes incursionaron más tarde en la política. Los restos del EPL se unieron a las FARC y el ELN controla algunas zonas del Norte del país pero su acción ha pasado a ser marginal. Son las FARC las que todavía se mantienen activas y con quienes se busca poner fin a medio siglo de un conflicto, que ha dejado como saldo miles de secuestros, cientos de miles de muertes y millones de desplazados.


A la hora de mirar las cosas fríamente nos gustaría identificar quién es finalmente el responsable de tanta desgracia. Para muchos no cabe duda que los guerrilleros han hecho todo lo necesario para merecer el nombre de terroristas y muchos países avalan esa denominación, por la constante violación de los derechos humanos. Otros no dudarán en afirmar que fue el “estado de las cosas” el fermento de la violencia. Una cantidad de desigualdades sociales que han propiciado tal situación de malestar que la única salida parecía ser la Revolución armada y así cambiar el destino de los menos favorecidos. Tristemente se entró en una espiral de muerte sin fin, donde todo se resume en las víctimas. Pues cada parte cree estar haciendo lo correcto y son siempre los del medio quienes sufren las consecuencias.


El gobierno del presidente Santos tiene la enorme virtud de haber dejado a un lado el discurso belicista de Uribe, pero no por ello bajó la guardia y dio golpes militares contundentes contra las FARC. Asimismo fue capaz de incluir como puntos importantes en la mesa de diálogo dos banderas inclaudicables de los guerrilleros: el desarrollo agrario integral y la participación política. De modo que el escenario es bastante alentador, pues el objetivo del Estado es conseguir la anhelada Paz a partir del fin definitivo del conflicto armado, la “dejación” de las armas y resolver el tema del narcotráfico. Pero al mismo tiempo se retoman asuntos cruciales que todavía siguen pendientes a pesar de la Constitución de 1991. Hacemos votos para que este proceso salga adelante.