¿PAZ?

Lo que hoy llamamos Colombia era la tierra de arawacos, caribes y chibchas, entre las regiones del Darien y el Amazonas. El año de 1499 es la fecha en que comenzaría la invasión europea de esta región de América. El año de 1538 ocuparían la localidad de Bacatá, territorio del cacicazgo de la confederación Muisca. El día 6 de agosto de ese mismo año Gonzalo Jiménez de Quezada fundó en aquel lugar la ciudad del Bogotá; la actual capital de la República de Colombia. País que alcanzaría su independencia de España el día 7 de agosto de 1819, tras la victoria en la batalla de Boyacá.

La acogedora tierra cafetera es un lugar cuya magia está atada a su geografía. La imponente cordillera de los Andes la atraviesa por la mitad y se divide en tres. De tal manera que entre el océano Pacífico y los Llanos Orientales uno se puede encontrar en una cantidad de ecosistemas inimaginables. Lugares tan extremos y misteriosos como los páramos, hasta el erótico calor de las playas del Caribe; todos sus rincones nos demuestran que el realismo mágico no es un artificio literario, sino unos espacios habitados por gente igual de sorprendente y entrañable.

Esa belleza natural y humana contrasta con los siglos de guerra repetida y reduplicada con cada ocasión. Una absurda constante de plomo y sangre que no ha hecho más que recordarnos que la vida sigue siendo una quimera y un subsidio para las ideologías. De cierta manera Colombia encarna la ambigüedad de la independencia de América. Entre 1810 y 1826 los independentistas se pelearon entre ellos y ese tiempo se conoce como el periodo de la Patria Boba. Unos defendían un modelo centralista y otros apostaban por un modelo federalista. Mientras se jaloneaban el juguete, el enemigo se lanzó a la reconquista de las colonias de Venezuela y Nueva Granada (Colombia). Después de esto Bolívar y Santander se unirían y conseguirían la victoria definitiva.

Más tarde se fundaría la Gran Colombia, pero las mismas disputas de antes reflotarían con nuevos matices. Ya no era sólo federalismo o centralismo, era además santaderismo versus bolivarianismo. En poco tiempo Venezuela y Ecuador se separan y se viene abajo el sueño de Bolívar. Entre los muertos de esta disputa está nada menos que Antonio José de Sucre. El más leal compañero del Libertador murió a traición y la bala que terminaría con su vida sería el preámbulo del fin del sueño latinoamericano. Bolívar completamente desconsolado diría de aquel hecho: “La bala cruel que le hirió el corazón, mató a Colombia y me quitó la vida”. De ahí en más todo parece una repetición, una especie de ficción maléfica que nos devuelve una y otra vez al mismo lugar. Un pueblo peleando consigo mismo y miles de gentes matadas por nada.

El siglo XX colombiano se inaugura con nuevos pretextos para la guerra. Liberales y Conservadores protagonizan la Guerra de los Mil Días y mientras ellos se pelean Estados Unidos auspicia la separación de Panamá en 1903. Los conservadores se hacen con el poder hasta 1930 y luego comenzaría el tiempo de la República Liberal. El bipartidismo fue el pretexto para una guerra civil que duró hasta la década de los 60. Era un país gobernado por la burguesía y estancado en la violencia; entonces entra en escena la izquierda, a la cual no se le ocurre nada mejor que tomar las armas para cambiar el destino de la Nación. Son más de 50 años de esta última guerra. Y así viene muriendo la gente desde 1499. ¿Será que por fin llegó el tiempo de la paz?