De la Guerra y la Paz


Es muy difícil comprender de lo que es capaz la guerra si no la hemos vivido. Jamás alcanzaremos a calcular las dimensiones del dolor y del absurdo si no presenciamos de cerca la sangre sobre el piso, los cuerpos amarillos atestados de agujeros, los cientos de desplazados huyendo, las balas zumbando a cada momento. Tristemente el pueblo colombiano a soportado largas 5 décadas de conflicto y la cantidad de víctimas es espeluznante. Son al menos 40.000 muertos entre las fuerzas en combate, unos 80.000 civiles fallecidos y 4.000.000 millones de desplazados. Además de ser uno de las conflictos armados más antiguos de la época moderna, las consecuencias han sido infinitamente peores que cualquiera de las dictaduras latinoamericanas. Por eso Colombia nos importa a todos y nos sumamos a la esperanza depositada por logar la añorada paz.

No obstante, no será un camino sencillo y así lo expresaba el delegado del gobierno, Humberto de la Calle: “De lo que se trata es de convenir una agenda para la terminación del conflicto que permita a las FARC exponer sus ideas sin el acompañamiento de las armas, y con plenas garantías para su transformación en una fuerza política desarmada. […]. Aquí entra en juego la dignidad y el respeto. En esta Mesa deseamos y ofrecemos un trato recíprocamente. Repito que seguramente no nos vamos a convencer el uno al otro de nuestras diversas ideas políticas. Sabemos que las FARC tienen una concepción del mundo y la política, y nuestro propósito no es venir a catequizar a nadie. […]. En efecto, este es un momento de esperanza. No es una esperanza ingenua. Sabemos que hay dificultades enormes. Tenemos una dosis de optimismo, pero es un optimismo moderado. Creemos que existen oportunidades reales para la paz, pero venimos dispuestos a hacer nuestro mejor esfuerzo.”

Por su parte los delegados de la guerrilla apuntan a los temas de fondo y sostienen que el fin del conflicto y la consecutiva paz pasa por discutir todo lo que ha propiciado el levantamiento armado y todo aquello que actualmente sigue amenazando el bienestar económico y social de los más pobres del país: “Una paz que no aborde la solución de los problemas económicos, políticos y sociales generadores del conflicto es una veleidad y equivaldría a sembrar de quimeras el suelo de Colombia. Necesitamos edificar la convivencia sobre bases pétreas como los inamovibles fiordos rocosos de estas tierras para que la paz sea estable y duradera. […]. Entonces la paz sí: sinceramente queremos la paz y nos identificamos con el clamor mayoritario de la nación por encontrarle una salida dialogada al conflicto abriendo espacios para la plena participación ciudadana en el debate y decisiones, pero la paz no significa el silencio de los fusiles sino que abarca la transformación de la estructura del estado y el cambio de las formas políticas, económicas y militares. Sí: la paz no es la simple desmovilización.”

Sería muy ingenuo olvidar todo y mirar a los guerrilleros como héroes y defensores de la justicia. Como igual de cándido resulta pensar que el Estado Colombiano cumplió debidamente con todos sus ciudadanos, particularmente con los más pobres. Tal como lo expresan las partes en diálogo, toca una reflexión sobre el pasado y al mismo tiempo es crucial mirar el presente convencidos de que el futuro puede ser completamente otro. Inclusivo, con justicia social y democrático. El fin de la guerra será una victoria para Colombia, pero el cómo la consigan será un aprendizaje para todo el mundo.