Tiene
muchísimos nombres: Santa, Papa Noel, San Nicolás, Santa Claus, el
Viejito Pascuero, etc. Sin embargo, todo lo que sabemos de él es que
es un viejo gordo, barbudo, rosado y chaposo. Se viste de rojo y
blanco, tiene un trineo, y entre los renos que arrastran el trasporte
uno llama Rudolf. La noche del 24 de diciembre sale desde su guarida
en el Polo Norte cargado de cientos de miles de regalos para los
niños del mundo entero. Los mismos los reparte ingresando a las casas como ladrón. Por algún perverso motivo los regalos solamente
llegarán si se ha redactado una carta especificando la solicitud, y
el presente está condicionado a que los niños que se hayan portado
bien durante todo un año. Por si fuera poco, el ridículo personaje
y su absurdo transporte han vencido las leyes de la física y no sólo
vuelan por los aires; sino además se movilizan a la velocidad de la
luz, para cumplir con la entrega de la totalidad de la encomienda.
Cuentan, además, que hace algunos años ha firmado un contrato
multimillonario con una gaseosa transnacional para abaratar los
costos de su empresa.
La verdad
es que el tal “Papa Noel” era un obispo católico que nació en
la región de Licia en la actual Turquía, en un pueblito de nombre
Patara. Se llamaba Nicolás de Bari y muy joven, después de ver
morir a sus padres a causa de una epidemia, decidió donar todos sus
bienes para hacerse presbítero (cura). Una vez ordenado se fue a
vivir con su tío, obispo de la cuidad de Mira, y años más tarde lo
sucedió en el cargo. Al parecer dedicó toda su vida al servicio de
los pobres y su fama alcanzó tal repercusión que le adjudicaron
milagros y prodigios propios de un santo. Por esa razón fue nombrado
patrono Turquía, Grecia y Rusia. Es muy largo explicar como un
obispo turco terminó convertido en un gordo con panza de cervecero,
vestido de duende y con morada en el círculo polar Ártico; pero, en
síntesis, la historia de ese obispo se fundió a otras leyendas
extraordinarias ligadas a la navidad.
Muchos
pueblos en la antigüedad tenían fiestas en la que los adultos les
regalaban presentes a los niños, so pretexto de la llegada de algún
personaje de la mitología local. En Europa esas fiestas de tipo
pagano se cristianizaron y finalmente se harían parte de la
celebraciones que conmemoran el nacimiento de Jesús. La historia de
(San) Nicolás de Bari se entrecruzaría con esta festividad para ser
identificado como Papá Navidad, Father Christmas (ingles) o Pere
Noel (frances). Cuando la fiesta se trasladó a Estados Unidos fue
adquiriendo los rasgos que hoy conocemos del personaje, y de este
modo se borró del todo su origen y el sentido de profundo de la
fiesta. Lo demás se lo debemos al neo-liberalismo que, especialista
en volver todo una mercadería, recogió las leyendas, reelaboró las
imágenes y comenzó a meternos en la cabeza la idea de que la
Navidad es para gastar la plata en compras inútiles.
Por si ya
lo hemos olvidado, el 25 de diciembre se celebra el nacimiento de
Jesús el Cristo, el hijo de una familia de campesinos pobres,
reconocido como el Hijo de Dios. Nicolás de Bari era un hombre
dedicado al servicio de su comunidad y en especial de los más
necesitados, de ese modo quería agradar a Dios. Finalmente el
pretexto de regalarle algo a los niños es para celebrar su vida y su
infancia. Nada de todo esto tiene que ver con lo que sucede hoy en
nuestras calles y hogares, prostituidas al agasajo del mercado y su
maléfico títere. ¡Matemos a Papa Noel!