Todo final es bueno


Hace pocos días el mundo maya celebró el Oxlajuj B'aktum. Como hemos podido comprobar, los agoreros que nos prometían un cataclismo final nos mintieron. Los mayas no esperaban ninguna lluvia de meteoritos, ni que la tierra se parta en dos. Luego de haber estudiado las estrellas, tomado nota de los ciclos agrícolas y relacionado todo ello con sus mitos y tradiciones, elaboraron su famoso calendario de cuenta larga. Ellos usaban tres calendarios: uno de 365 días, que era el de uso ordinario, otro de 260 días, mediante el cual regían sus fiestas y celebraciones; y finalmente el largo, que divide la historia por periodos. Estos calendarios no eran exclusivos de la cultura maya, otras culturas mesoamericanas también los usaron. La cuenta larga establece un ciclo, cuyo principio y fin marcará una época.

Para aproximarnos a esta idea podríamos pensar en la manera en que nosotros organizamos nuestros tratados de historia. Se suele dividir las épocas por los giros y cambios del pensamiento y la acción humana. Solemos hablar de la Antigüedad Clásica, la Edad Media, el Renacimiento, la Ilustración, el Positivismo y la Posmodernidad. Generalmente no decimos: ha llegado la hora y en este momento vamos a cambiar a una nueva era. Es desde nuestra conciencia histórica que miramos el pasado y descubrimos que en ella ha habido un quiebre. Por diversos motivos la gente comenzó a pensar de una manera diferente y se aventuró a vivir la realidad de modo distinto. Pero no es sólo la inteligencia la que cambia, también cambia la sensibilidad, los gustos y los afectos. Penetra las raíces de las sociedades y entonces podemos ver que son las culturas las que se han hecho, de cierto modo, nuevas. Lo que los mayas hicieron con su calendario fue algo así como poner una fecha concreta para ese cambio de era.

Sin entrar en demasiados detalles, podemos afirmar que en la actualidad tenemos una forma de organización semejante. Hoy celebramos el fin de un año más del calendario gregoriano. El cual cumple 2013 años, pues su origen devino de un cálculo aproximado de la fecha del nacimiento de Jesús. Este calendario tiene también 365 días y lo empezamos a usar desde la invasión española, pero tengamos por seguro que nuestros pueblos antiguos también tenían el suyo. Asimismo, nuestros historiadores subdividieron los episodios de nuestra existencia como comunidad histórica por etapas. Al tiempo anterior al arribo de los europeos lo conocemos como periodo Clásico o Prehispánico, le sigue la Conquista y la Colonia, el Barroco, la República y ahora ya podemos hablar del Estado Plurinacional.

Nuestro canciller, don David Choquehuanca, no desaprovechó la oportunidad y juntó todos los calendarios y simbologías, para gozar de nuestra propia fiesta de cambio de era. El Oxlajuj B'aktum se unió al Pachakuti. La paranoia por el fin del mundo se entrecruzó con el anhelado fin del neo-liberalismo. El solsticio de invierno del hemisferio norte se celebró con el mismo entusiasmo que el 21 de junio. Lo cierto es que todavía no sabemos si es el fin o el principio de algo. Queremos creer que las cosas están cambiando y, cómo no, deseamos con don David que comience la era de la Pacha. Que se deshagan esos 500 años y empecemos a vivir realmente libres. Que los siglos de opresión y discriminación sean sólo una pesadilla, y que aprendamos el don de la complementariedad. Hoy se acaba un año, pero la vida sigue en esa cuenta larga; cuyo final sólo lo describirán nuestros nietos.