Fe y Teología


El reto de los teólogos es recuperar la sabiduría. Esto supone ir más allá de lo que conservan las bibliotecas. La lectura popular y la lectura académica de nuestra experiencia de Dios comparten exactamente el mismo punto de partida: la fe. Si bien el quehacer teológico es una labor científica y por eso mismo rigurosa, no se nos tiene que olvidar que somos creyentes. Por tanto, cuando nos volcamos a comprender la tradición y nos arrojamos a la “crítica” de la historia, no podemos quedarnos apenas con lo que nos dicen los manuales de historiografía. Existen micro-relatos poblando los argumentos de los macro-relatos, es allí donde precisamos llegar.

¿Dónde están los datos? Nuestra respuesta es: en la tradición. Leemos la Biblia, posteriormente nos acercamos a lo que dijeron en la patrística y también hemos de repasar lo que dice la teología hoy. Ahora bien, no se hace solamente una lectura y recopilación, sino una crítica. La critica da lugar al diálogo donde uno se enfrenta en los conflictos que genera ese debate. Por medio de ese diálogo viene una conversión intelectual moral y religiosa. Cuando un cristiano ha mirado la revelación ha interpretado. Ve que hay unas consecuencias y entonces tiene que tomar una decisión. Una vez acontece esto viene para el teólogo la tarea de explicitar lo que le ha pasado. A esto se llama la explicitación de los fundamentos de su conversión. En un segundo momento se profundiza sobre las doctrinas, luego viene la sistematización; y todo proseguirá hasta la comunicación. La conversión es un proceso intimo, no obstante, no es un proceso individual. Es así como se hace tangible la labor del teólogo: “No se puede enseñar a creer, pero puedes aprender a comunicar tu fe”. Por todo esto, la conversión es un ejercicio cotidiano y existencial.

La pregunta es como trasladar esta práctica en las comunidades y a nivel personal. Para llevar estas herramientas a las comunidades y a la gente el ejercicio no es darles teoría. Tampoco se trata de repasar una receta y seguir unos pasos, sino volver cotidiano el ejercicio de las preguntas. El objeto de la teología no es Dios; el objeto del quehacer teológico es nuestra fe. Las herramientas que nos dan estas propuestas nos permiten hacer interpretaciones adecuadas. Afirmamos: el Señor ha Resucitado. Eso tiene que tener unas consecuencias prácticas en la vida de todo cristiano. Si la experiencia de fe libera está bien, pero si la experiencia de fe aliena está mal. Lo mismo pasa con la religiosidad popular.

Entonces ¿cuál es papel que desempeña el teólogo en la Iglesia? Ayudar a que la experiencia de fe sea más liberadora. No necesitamos a un teólogo para que nos enseñe doctrina, sino que nos comunique su fe. El teólogo tiene que llegar a comunicar liberadoramente el Evangelio y es allí donde comienza la tarea del otro. Ambos protagonismos favorecen la comunicación autentica del Evangelio. El Reino de Dios es esto mismo, uno está en condiciones de anticipar el Reino o posponerlo. Decir que Jesús resucito es afirmar que el Reino está trabajando en el mundo, se está realizando ya. De tal modo que a los cristianos ahora nos toca vivir “jesusmente” para hacerlo acontecer en su plenitud. Un puede hacerlo o no hacerlo, pero si no lo hago puedo obstruir la acción de Dios en el mundo.