Agujas en las entrañas


La memoria es siempre un extraño escenario, en el cual concurren vivos y muertos, sonrisas y martirios, canciones y llantos. Todo cuanto hemos conocido se deposita en aquel tablado y muchas veces esos recuerdos acuden a nosotros como una escenografía, pero en otras ocasiones vienen actuando el papel protagónico. A veces son público y en determinados momentos son el silencio y el frío de un teatro cerrado. No obstante, hay tiempos, hechos y acontecimientos que estarán allí para siempre; que nunca se irán ni se moverán. Son una especie de mancha impregnando el ambiente y los parlamentos de la obra. Así son las dictaduras para nosotros, un hueco doloroso que nos perfora la ternura y nos conmina a la reconciliación.

Los más jóvenes pensamos en todo lo sucedido como una especie de crónica. Nuestros padres hablan de aquello como algo ocurrido apenas ayer. Los abuelos tiemblan de emoción y los ojos les palpitan, mezclando la nostalgia y la rabia. Por eso nuestros hijos no lo pueden olvidar, pues aunque no lo hayan vivido no podemos privarles el derecho de que conozcan la verdad. Que sepan que en nuestra tierra y en nuestro continente ocurrieron hechos semejantes a los de cuento perverso y maldito. Donde seres humanos perseguían a otros seres humanos para arrancarles la piel, los unos les tomaban a los otros la vida luego de acribillarlos. Niños veían desvanecerse a sus padres escurridos en su propia sangre. Carnes todavía palpitantes eran arrojas desde el cielo para hundirse en el océano. Todavía existen hijos que jamás han sabido que han crecido con el asesino.

Todo es al extremo tan fresco que la vejez de los tiranos no nos provoca nada. Seguimos mirándolos como los protagonistas de nuestra derrota. Patrocinaron la desgracia, naturalizaron el caos y nos convencieron de que éramos enemigos entre nosotros. Un viejo de 87 años ha sido condenado en Guatemala a pasar los próximos 80 años en una cárcel acusado de GENOCIDIO. Otro viejo de 88 años en Argentina se despidió de la vida habitando una celda condenado a cadena perpetua por CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD. Ahora nos queda sólo su cínica palabra:

“Nunca autoricé, nunca firmé, nunca propuse, nunca ordené que se atentará contra una raza, una etnia o una religión. Nunca lo hice. Y de todo lo que han dicho no ha habido ninguna prueba que evidencia mi participación. (…). Cuando yo llegué como jefe de estado, me comprometí con los oficiales para trabajar por la democracia. Hicimos una serie de arreglos, y estudios en primer lugar, para saber con quien vamos a trabajar y de quien nos vamos a defender. Teníamos a la subversión a la puerta del palacio, un Estado quebrado, partidos políticos todos polarizados y finalmente teníamos una pobreza tremenda. Esas fueron las circunstancias en las que encontré a Guatemala.” (Ríos Montt)

“Quiero manifestar, que este tribunal carece de competencia y jurisdicción para juzgarme por los hechos protagonizados por el Ejercito, mientras yo fui su comandante, en el marco de la guerra interna librada contra el terrorismo subversivo. Toda vez que, al momento de la ocurrencia de esos hechos mi juez natural era el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas. (…). Deseo agregar, me hago un deber reiterar que asumo en plenitud mis responsabilidades castrenses en todo lo actuado por el Ejército argentino en esa guerra interna a la que he hecho referencia. Y esa responsabilidad la asumo con total prescindencia de quienes fueron mis subordinados y se limitaron a cumplir mis órdenes.” (Videla)

PD1: El finado no tiene donde echar los huesos. Qué paradoja, nadie quiere recibir su cuerpo.
PD2: Mientras tanto, el otro muerto gana una apelación y pospone su condena. A todos nos llega la hora.