Diez años de secuestro


Hace escasos días tres mujeres pudieron finalmente salir de un encierro de diez años cuando fueron secuestradas por Ariel Castro. Amanda, Gina y Michelle fueron raptadas en momentos y lugares diferentes, pero en zonas muy próximas a la vecindad donde Castro vivía, en la cuidad de Cleveland en EEUU. Fue entre 2002 y 2004 cuando las entonces jovencitas desaparecieron de la faz de la tierra como si un hueco se las hubiese tragado. Las autoridades han informado que en la casa del delincuente fueron halladas cadenas y cuerdas con las que mantenía atadas a las víctimas. El principal “sospecho” enfrentará cargos por secuestro y violación.

Amanda tiene en la actualidad 27 años, Gina de Jesús es la más joven y tiene 23; mientras Michelle ha cumplido 32. El tiempo de encierro fue entre once y nueve años. Cada una estaba encerrada en una habitación diferente, pero los largos años de cautiverio les permitió conocerse. El final de su pesadilla fue posible gracias a la ayuda de un vecino llamado Charles Ramsey, un afroamericano que comía una hamburguesa en el porche de su casa y escuchó los gritos de auxilio de Amanda. Como él mismo confiesa, pensó que se trataba de una riña familiar. La mujer le dijo que llevaba mucho tiempo encerrada y que habían más chicas adentro. Ramsey se comunicó con ella a través de la rendija de una puerta, que luego rompió y así ayudó a salir a Amanda y su hija; quien se puso en contacto con la policía inmediatamente.

Por mucho que uno lo intente es tremendamente difícil comprender cómo es posible que cosas así sucedan. En nuestro país no fue menos dramática la desaparición de Zarlet Clavijo y otras adolescentes de quienes hasta la fecha no tenemos ningún rastro de su paradero. Las redes trata y tráfico de personas son las principales responsables de la desaparición de millones de personas en el mundo entero. Unas veces los raptos están ligados al negocio de la prostitución, otros son para mano de obra esclava y no son pocos los casos ligados al tráfico de órganos. Estamos hablando de seres humanos a quienes otros seres humanos les arrebatan literalmente la vida para convertirlos en objetos. Es probablemente el grado más alto de perversión de nuestra racionalidad después de la guerra. Son hechos tan recurrentes que hemos llegado a naturalizarlos y considerarlos parte de nuestra realidad, al extremo de que cierto tipo de secuestros nos parezcan aceptables.

En Guantánamo, la base militar Estadounidense impuesta en suelo cubano, son 166 personas las que se encuentran secuestradas y sometidas a abusos y vejaciones constantes por parte de sus captores. La mayoría de ellos llevan 11 años en cautiverio. Considerados prisioneros de guerra, son acusados de terrorismo y vinculados a los hechos del 11 de septiembre. Llevan más de una década esperando un juicio que nunca acontece a cientos de miles de kilómetros de su tierra natal en el Medio Oriente. Es muy probable que muchos de ellos realmente sean parte de la red terrorista que amenazó la seguridad de EEUU, pero allí también hay muchos inocentes que no son otra cosa que tristes víctimas de los absurdos de la guerra. Recientemente la huelga de hambre de los prisioneros fue interrumpida por la fuerza y empezaron a alimentarlos por sonda para así evitar que muriesen. ¿Por qué no nos duele eso? ¿Quién es responsable? ¿Cómo se les devolverá su vida?