¡Felicidades Chuquiago!

Durante el tiempo antiguo el valle de Chuquiago no tenía mayor relevancia. Poseía la importancia agrícola de todo valle. El caudaloso río Choqueyapu era el que nutría a las fértiles tierras de sus veredas, las aguas necesarias para los abundantes sembradíos de papa. Para quienes no saben aymara Choque es papa y Yapu es sembradio o chacra; por tanto aquella región desde entonces era el lugar que aprovisionaba a las vecindades del principal alimento y dieta de la época. La papita y el charque de llama eran el agasajo de la gente de los Andes. Durante el tiempo del impero Tiawanacota no tenemos noticia de que la hoyada a las faldas del Illimani haya sido un lugar importante. Durante los Reinados Collas tampoco. Sin embargo, cuando el imperio Inca se había hecho dueño y señor del Tawantinsuyo, Chuquiago se convirtió en un importante centro textil. Los obrajes del sur de ese valle hacían ropas, aguayos, llijllas, chumpis y phullus para los gobernadores y hasta para el propio Inca. Agricultores y tejedores, hombres y mujeres de ese tiempo vivían sus días en la paz que les regalaba la amistad con el Emperador hasta que llegaron los invasores.

Muy cerca de la costa pacífica, ya en el tiempo de la invasión, almagristas y pizarristas se estaban matando unos contra otros con el pretexto de hacerse reyes de una tierra que era suya. El reino peninsular mando un pacificador que resolvió matar a los revoltosos. Para celebrar la victoria, contra los disidentes del rey, el pacificador de la Gasca encomendó a Don Alonso de Mendoza conmemorar la memoria del hecho con una fundación. Mendoza llegó a Laja y fundó “Nuestra Señora De La Paz”. No obstante, al colonizador le pareció que Laja era un lugar inhóspito y tremendamente frío. Él y sus secuaces se acobardaron del altiplano y resolvieron seguir marchando rumbo a la montaña que resplandecía hasta de noche. Llegaron al mismo borde de esa planicie infinita y supieron inmediatamente que allí, en sus entrañas, tenía que ser la ciudad que fundaron. Don Alonso bajo la cuesta y muy cerca del río refundó la encomienda de la Gasca. Luego instaurada la Colonia los obrajes del sur y los cocales en los yungas se volvieron en el principal generador de la economía de la zona. Dejaron de producir ropas para el Inca, y así empezaron a hacer telas para la capital y mandar coca para las gentes de allende.


Muy pronto los aymaras, quechuas y amazónicos de la región se aburrieron de ser sometidos a los sucesores de la tiranía. En sus tierras se mecieron las cunas de las legiones de Manco II y años después prosiguieron el glorioso episodio de libertad don Tupac Katari. El dueño del seudónimo, Julian Apaza, y su mujer doña Bartolina Sisa, cambiaron para siempre la historia de lo que en el futuro sería Bolivia. Esa misma tierra, mas tarde, vio nacer a otro gigante de la era republicana: Don Zarate Willca. El hombre que decidió la libertad de la tierra de sus abuelos en desmedro de los tiranos. El federalismo se frustró junto al tiempo que desbarataron los sueños de los pueblos indígenas y los anhelos de igualdad entre los diferentes. Ahora mismo la ciudad de La Paz sigue siendo el referente de la iniciativa... En sus calles y en las voces de los suyos se sigue llevando la esperanza de todo un país. Por eso mismo no podemos dejar de saludar a los “chucutas pico verdes”. Pues ellos tienen en sus venas la dulce rebeldía que hace los tiempos de mañana. ¡Felicidades LA PAZ!