Hace
pocas semanas el vicepresidente recordó a la fenecida “Media
Luna”. Uno de los proyectos políticos más estériles que haya
parido la historia nacional. No porque haya desaparecido abruptamente
sin dejar nada memorable para el futuro, sino porque todo su
pensamiento (si es que tuvo alguno) y su acción estaban concebidos
para la división y el odio. No hace falta siquiera citar a los
terroristas y su trágica muerte. En los hechos, los representantes
de la burguesía del oriente empujaron a toda la región a defender,
a cualquier costo, el modelo económico y la organización social que
los sostenía. Bajo el pretexto de la “Autonomía”
subterranemente se esgrimía una idea secesionista. Afirmaron
iracundos que “este pueblo” tiene derecho a regirse según sus
tradiciones y sus costumbres. Se llenaron la boca con el argumento de
que el camba es distinto al colla; no faltó quien aprendió dos
palabras en guaraní y le gritó al país entero: ¡No tenemos dueños... “Iyambae”!
En
este nuevo aniversario del 24 de septiembre, es menester recordar qué
festejamos y a quiénes celebramos. Festejamos principalmente la
gesta independentista criolla. La cual, mediante cabildo, depuso al
representante de la corona y se sumaría al fenómeno revolucionario
por la emancipación. Un hecho que inscribe a Santa Cruz como una de
las cunas de la libertad y la autodeterminación americana. Pero ya
todos somos concientes de que nuestra independencia fue un relato
efímero que estaba desbordado de ímpetu, pero carecía de visión.
La independencia era un lema antes que una realidad a construir, el
cambio ocurrido en 1825 fue más bien de forma y no de fondo. Por eso
hoy en día nos empeñamos por ir un poco más atrás de los sucesos
de 1809 y 1810. Hay que ver a los verdaderos constructores de la
libertad y los precursores de la auténtica independencia.
Son
los pueblos indígenas del oriente los más luminosos resplandores de
toda esta historia. Recordemos los esfuerzos de conquista por parte
de los Incas, quienes llegaron hasta Samaipata con ejércitos y
mitmakuna.
Delante de esta agresión el bravo pueblo guaraní también que se
lanzó a la conquista de las montañas. Una confrontación que dio
como resultado la negociación y el intercambio. Ninguno de ambos
pueblos pudo conquistar a su rival. Entonces la frontera natural que
los dividía se convirtió en el espacio para el encuentro y la
alianza. Siglos más tarde lucharon contra la Colonia, para no ser
dominados por los invasores y aliados a los misioneros cristianos lo
consiguieron. En la misma época combatieron a muerte para librar a
sus tierras de la incursión de los bandeirantes.
Ya en el tiempo de la República también entregaron su sangre para
defenderse del despojo de la burguesía citadina. ¿Quién lo diría?
Los carai
o carayanas
resultaron ser sus peores enemigos.
Por
tanto, en esta fecha no podemos recordar únicamente lo sucedido un
día, hace ya más de dos siglos. Recordemos a los verdaderos
protagonistas de la independencia. Aquellos que no buscaron partir un
país por la mitad, sino demarcar la fronteras para ejercitar la
complementariedad y la solidaridad. Celebremos a aquellos a quienes
le debemos los actuales límites con Brasil, porque frenaron de golpe
a los portugueses. Ufanos vivemos a los hijos de esta tierra, pues de
ellos es la “Tierra sin males”. Son los mismos que la defienden
de la burla del desarrollo agro-industrial y las carreteras del
Gobierno. ¡Santa Cruz está de fiesta porque su gente verdadera está
con vida!