Otra vez los transgénicos

La “Ley marco de la Madre Tierra y Desarrollo Integral para Vivir Bien” es un saludo a la bandera. Nadie en el gobierno ni en el agro se da por aludido a la hora de frenar la proliferación de Organismos Genéticamente Modificados (OGM). La ley prohíbe “la introducción, producción, uso, liberación al medio y comercialización de semillas genéticamente modificadas en el territorio del Estado Plurinacional de Bolivia, de las que Bolivia es centro de origen o diversidad y de aquellas que atenten contra el patrimonio genético, la biodiversidad, la salud de los sistemas de vida y la salud humana.” Además, manda y exige “desarrollar acciones que promuevan la eliminación gradual de cultivos de organismos genéticamente modificados, autorizados en el país a ser determinada en norma especifica.”

Los famosos derechos otorgados a la Madre Tierra, en cuanto “sistema viviente”, son más bien poesía y están lejos de formar parte de nuestra cultura de descolonización. La ley corta declara, al menos en teoría, los siguientes derechos: Derecho a la vida, Derecho a la diversidad de la vida, Derecho al agua, Derecho al aire limpio, Derecho al equilibro, Derecho a la restauración y Derecho a vivir libre de contaminación. Muy bonitos, innovadores y hasta revolucionarios, pero la verdad es que la Pachamama no hace más que sufrir estos sus hijos desnaturalizados. El país que debería abanderar la transformación y la puesta en práctica de estos derechos y sus leyes no es más que cómplice de la traición y del delito. Este gobierno que aspira a convertir dichos derechos en una Declaración Universal de la Naciones Unidas, no ha hecho nada hasta el presente para cambiar la dramática situación en la que nos hallamos.

Todo el mundo piensa que los únicos transgénicos que tenemos en el país son los cultivos de soya. Producción que se va casi íntegramente para la exportación. Soya que se destina a los mercados asiáticos donde la usan para engordar ganado y condimentar el arroz de los chinos. Entonces debemos imaginar que nos afecta en nada o muy poco lo que les pase a los chinos con la soya que les mandamos. Sin embargo, lo que usted no sabe es que el azúcar que le pone al café en la mañana, el arroz que se come con el pollo hormonado al medio día, el trigo que se usa para el pancito que masca todos los días y el algodón con el que fabrican su ropa es transgénico. Sí, así de simple y patética es la cosa. Maíz, arroz, trigo, caña y algodón genéticamente modificados se cultivan desde hace años en nuestras tierras. Lo peor de todo es que se comercializa y consume entre los bolivianos. Obviamente nada al respecto nos dicen los productores, ni una advertencia o al menos una gentil información; absolutamente nada.

Y para que usted vea a que nivel de criminalidad hemos llegado, resulta que la Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo (Anapo) tiene el descaro de organizar foros y traer “expertos” para afirmar que no pasa nada con los OGM. Por si fuera poco, le demandan al gobierno garantizar normas que permitan la utilización de tales semillas y de ese modo alcanzar con éxito el anhelo de lograr la seguridad alimentaria del país. Como hemos dicho, el gobierno no solamente no hace nada para hacer cumplir la ley, sino que es cómplice de los delitos que se perpetran contra la Madre Tierra y contra nosotros. Como mínimo merecemos saber qué carajos estamos comiendo. ¿De qué descolonización nos hablan? ¿Qué seguridad alimentaria? ¿Cuál Madre Tierra?