La comunicación del mundo

No hay ser como absoluto ni lo absoluto es una categoría propia de la estructura cognoscente “indígena”. En nuestro contexto todo es relacional e incluso lo divino debe participar en esta dinámica fundada en la reciprocidad. Dios necesita estar involucrado con el mundo y lo humano para poder existir. Necesitamos experimentar y padecer su acción para conocerle en sus intenciones y responder adecuadamente a su voluntad. Nuestra respuesta es siempre sacramental, la acción humana es un constante acto ritual a la procura del orden y el equilibrio. Lo inteligible es sencillamente impensable, porque la realidad se expresa unicamente en la materialidad de sí misma. Por tanto, toda pregunta ontológica por el ser carece de sentido y argumentos. Esto se debe al modo con que el ser humano americano se relaciona con el mundo. La fenomenología es una relacionalidad representativa del mundo, en tanto que la nuestra es representativo-simblólica.

Todo esto que se manifiesta en los actos y los afectos, también se ve reflejado en la lingüísticidad. Kusch y Estermann han desarrollado sus ideas sobre lo americano precisamente a partir de las evidencias que aporta el lenguaje en la comprensión del mundo. Sus estudios sobre el mundo andino nos ofrecen una prueba poderosa de que la manera en que lo humano se piensa se expresa a través del lenguaje, y las acciones sobre el mundo confirman que la verbalización de la realidad atiende a lógicas particulares. Uno de los datos más importantes planteados por los autores es que tras el análisis semántico de las palabras que podrían equiparar al concepto occidental de ser, descubrieron que las mismas son antagónicas en significados o inexistentes. En el quechua y el aymara no hay palabras que puedan expresar aquello que se busca a través de la idea de ser.

La propia filosofía sugiere que la gruta para acceder a conocimiento del ser pasa y está atravesada por el lenguaje. El logos es la puerta de entrada a la comprensión por antonomasia. Entonces, ¿qué pasa cuando el lenguaje no expresa ni busca resolver lingüísticamente determinada pregunta? Felizmente, hemos superado la época en la que la respuesta más fácil a este entuerto sería augmentar que esa cultura no ha alcanzado el estadio necesario para pensar la realidad de manera compleja. En las categorías de nuestra racionalidad, el lenguaje cumple una labor muy importante a la hora de verbalizar los sentimientos antes que los conceptos. La comunicación con el mundo despliega el intelecto, pero también las emociones y el sentido vivencial de las cosas.


Hay una vocación contemplativa del mundo, pues es necesario entender bien a fondo sus signos para poder comunicarnos adecuadamente con él. Haber puesto la mirada sobre los fenómenos es un acto dialéctico e interpretativo de lo simbólico. Entonces para comprender no es suficiente razonar y organizar coherentemente un sistema de conceptos. Resulta que es imprescindible la escucha, el tacto, el olfato y la percepción de los sabores para construcción relatos antes que teorías. Entonces nuestra palabra ya no es nuestra interpretación del ser-en-el-mundo, sino la comunicación del mundo siendo a través de nuestra conciencia. Delante de este inmenso y desconocido modo de comprender, el desafío no es substituir una epistemología por otra, sino dejar que ambas se opongan y complementen sin generar ningún tipo de sometimiento ni disminución de la humanidad de ninguna de las partes.