El Calidoso

Dormía en uno de los agujeros de la ciudad. Muy cerca de él también pasaban la noche algunos amigos suyos. En sus respectivas "madrigueras" tenían todo cuanto poseían en la vida: trozos de plástico y cartón, papel periódico, una poca ropa harapienta, botellitas con un poco de agua y alcohol; y en un pequeño atado, que se guardaba dentro de una cajita de madera, se escondían los secretos. Calidoso pasaba la noche junto a su gato y una perrita. Los tres habitaban la calle, ocupando un oscuro pedazo del mundo que nadie veía, pequeño nicho donde se recostaba una sombra. En la última hora de su última noche el hombre, el gato y la perra se llenarían de luz, pero aun así tampoco nadie los vería.

Pasada la una de la madrugada rociaron el hueco con gasolina. El fuego deshizo el plástico, derritió las carnes, consumió todos los pelos y cabellos, y se ardió la cajita con sus secretos; mientras el hombre, el gato y la perra eran un solo grito, un solo aullido, un solo maullido... Al "Rolo" lo despertó el olor de la sangre hervida, luego escuchó los gritos de su amigo, pero no supo que hacer. "¡Me quemo Rolo, me quemo... ayudarme! Empezó a correr como cucaracha perseguida, siempre sin saber que hacer; hasta que los gritos y la lumbre se hicieron cada vez más pequeños. La agonía del Calidoso no terminaría, porque tuvo la mala fortuna de sobrevivir, sus entrañas se esforzaban por palpitar, mientras su cerebro amagaba el dolor pensando cómo estarían sus mascotas.

Nadie vio nada, nadie escuchó nada. A menos de una cuadra del lugar había un puesto policial, pero tampoco ninguno se dio por enterado. Podía haberse muerto como mueren todas las sombras, pero Calidoso tenía su nombre bien ganado. Muy cerca del lugar de los hechos también se encuentra una universidad y el hombre, el gato y la perra eran famosos entre los estudiantes. Cuando la noche se hacía demasiado oscura, Calidoso se autoproclamaba el guardaespaldas de los muchachos y los acompañaba hasta la parada del transporte público. Era tal el grado de compromiso con su misión, que si a alguno le faltaba plata, él rebuscaba las monedas de las limosnas del día y hacía un préstamo sin intereses, ni plazos fijos.


El cariño retumbó con la suficiente bulla y el "desechable", como les dicen por allá, se volvió titular. Los medios le dedicaron un bloque entero, la policía se movilizó y ofreció una recompensa de 10.000 dólares para dar con el culpable. Entre los sospechosos figuran bandas criminales que llevan a cabo tareas de "limpieza social", un grupo neonazi local y no se descarta un ajuste de cuentas. Mientras tanto los universitarios hicieron un velorio sin cuerpo presente y los directivos anunciaron que reclamarían el cadáver para darle cristiana sepultura. El Rolo también apareció en la televisión y contó cuánto echa de menos a su amigo, de hecho lo extraña tanto como a todos los demás. "Todos se han ido de aquí, porque tienen miedo y es que ya nos han matado a muchos. El Paisa, el Mono, el Grillo, el Tigre, el Morrocoy, el Pacho y el Tino, todos ellos están muertos; y ahora estoy yo solito." En las cercanías de la universidad un cartel pegado en el cemento de la ciudad de las lluvias dice: "El Mundo debería ser más Calidoso".