En
1964 Ernesto Guevara le expresaba a los pueblos del mundo un sueño
forjado en los episodios de una revolución, un horizonte nacido en
la conciencia de que cualquier tipo de cambio debe venir desde abajo.
Depositaba en la memoria del mundo una profecía en la que se
visibilizaba un mundo nuevo capaz de ejercitar la felicidad sin
miedo. Una nueva humanidad convencida de la importancia de sus
diferencias y de la urgente necesidad de vivir en solidaridad y con
igualdad de derechos. Obviamente esa tarea de renacimiento no vendría
de la mano de aquellos que construyeron su poder a través de la
guerra, el colonialismo y la opresión. Aquella profecía ha
encontrado finalmente a sus protagonistas y hemos sido testigos de la
más entrañable victoria de nuestro tiempo. Que justas y precisas
suenan hoy las palabras del Che:
“Esta
epopeya que tenemos delante la van a escribir las masas hambrientas
de indios, de campesinos sin tierra, de obreros explotados; la van a
escribir las masas progresistas, los intelectuales honestos y
brillantes que tanto abundan en nuestras sufridas tierras de América
Latina. Lucha en masas y de ideas, epopeya que llevarán adelante
nuestros pueblos maltratados y despreciados por el imperialismo,
nuestros pueblos desconocidos hasta hoy, que ya empiezan a quitarle
el sueño. Nos consideraban rebaño impotente y sumiso y ya se
empieza a asustar de ese rebaño, rebaño gigante de doscientos
millones de latinoamericanos en los que advierte ya sus sepultureros
el capital monopolista yanqui.”
Cincuenta
años después uno de los más importantes actores de esta gesta nos
confirmaba la verdad de nuestro presente. Evo Morales, el trompetero
y patea-pelotas, el indio, el campesino y el obrero, es hoy el
hermano mayor de una de aquellas naciones destinadas a vencer y
reconciliar. Hoy este gran estadista y líder mundial nos advierte
que la tarea no se ha terminado, por el contrario su horizonte se ha
extendido y nuestra responsabilidad es mayor. Por su boca el mensaje
de un pueblo digno y soberano se hace eco en el mundo entero:
“El
tiempo de los imperios, de las jerarquías coloniales y de las
oligarquías financieras se está terminando. Por todas partes vemos
a los pueblos del mundo demandar su protagonismo en la historia. El
siglo XXI tiene que ser el siglo de los pueblos, de los obreros, de
los campesinos, de los indígenas, de los jóvenes, de las mujeres;
es decir, de los oprimidos.”
“Antes
fuimos colonizados y esclavizados, y con nuestro trabajo robado se
levantaron los imperios del Norte. Hoy, a cada paso que damos por
nuestra liberación los imperios entran en decadencia y comienzan a
derrumbarse. Pero nuestra liberación no es sólo la liberación de
los pueblos del Sur. Es a la vez la liberación de la humanidad
entera porque nosotros no luchamos para dominar a otros; luchamos
para que nadie domine a otro. Y a la vez sólo nosotros podemos
salvar a la fuente de toda vida y de toda sociedad: La Madre Tierra
que ahora está amenazada de muerte por la angurria de un capitalismo
depredador y enloquecido. Hoy otro mundo no sólo es posible sino que
es imprescindible. Hoy otro mundo es imprescindible porque si no, no
habrá ningún mundo posible. Y ese otro mundo de igualdad, de
complementariedad, de convivencia orgánica con la madre tierra solo
puede surgir de los mil idiomas, de los mil colores, de las mil
culturas hermanadas de todos los Pueblos del Sur.”
Quizá
haga falta otros 50 años más para ver ese otro mundo posible, pero
sus bases ya están en pie.