La
historia está atrapada en la conciencia de sus protagonistas,
algunas veces esa particularidad se escapa y puede darse el caso de
hacerse memoria. Toda memoria es también un recuerdo sostenido por
quienes convenientemente recurren al pasado para explicarse en su
propio presente. Desde nuestro modo de comprender el orden, es como
caminar hacia adelante mirando atrás. El tiempo entonces es una
ficción, la cual tiene como único sentido darnos motivos para
transitar el espacio que habitamos. El espacio es también una
"realidad" cuya única prueba de existencia está en
nuestros sentidos. La más diminuta gota de agua escupida por las
nubes y aterrizada en nuestras manos, existe porque le hemos nombrado
en sus episodios. En otras palabras, la gota en cuanto ella misma
nunca supo que es tal, sino es traducida por nuestro pensamiento y
descrita para nuestra comunidad histórica.
Mi
bisabuela se casó poco antes de la guerra. Nadie nunca me contó
como es que conoció a mi bisabuelo, pero presumo que ella tampoco le
dijo a nadie cómo sucedieron las cosas. El caso es que poco después
que sobrevino la confrontación, él se subió a un tren y no regresó
sino dos años y medio después. Las esquirlas de una granada le
dejaron una mancha y una cicatriz en la cabeza. La sordera se
resolvió parcialmente con un audífono. Todo el resto de su
humanidad se mantuvo imperturbable. Mi padre recuerda ciertas tardes
de sábado, una botella de whisky y ambos multiplicando las risas,
mientras la botella se llenaba de vacío. Es hasta ahí lo que
recuerda mi padre, después el caldo de la mañana del domingo
reparaba todo menos el olvido. Su resistencia etílica era sólo una
de las facetas por la que lo recordaríamos. Durante y después de la
guerra la familia creció en tal magnitud que nos enteramos de las
proporciones de sus hechos sólo después del entierro.

