Nos comimos el cuento de que el
gobierno de España estaba estudiando un anteproyecto de ley para
otorgar la nacionalidad española a todos los descendientes de los
judíos expulsados de la península el año de 1492. Recordemos que aquel mismo año,
los reinos de Castilla y Aragón consumaron la reconquista de Granada. El día 2 de enero tomaron la cuidad y expulsaron al rey
Boabdil. Ese hecho sería el final de una larga presencia musulmana
de más de diez siglos en tierras ibéricas. Meses más tarde, el
inquisidor Torquemada presentó a los reyes el borrador del edicto
que dictaminaría la expulsión de los judíos sefarditas. El 31 de
marzo, en la misma ciudad de Granada, los reyes Católicos firmaron
el documento. Junto a todos estos hechos, cómo olvidar que el 2 de
octubre de ese mismo año, acontecería la desgraciada invasión española a tierras americanas.
Decían que los legisladores españoles pretendían reparar uno de los hechos
más tenebrosos de la historia de su país. Sin embargo, no nos
engañemos, si tal media fuera verdad ésta no es más que una
argucia económica y está muy lejos de ser un acto de reparación. Históricamente la comunidad judía ha sido relacionada con el
capital y el comercio. Cuando los expulsaron lo hicieron por razones
políticas y económicas antes que religiosas, traerlos de vuelta es lo mismo pero al revés. Lo simpático e hilarante de todo
esto han sido las repercusiones que la noticia ha tenido en
Latinoamérica. Muchos portales y sitios de información en la web
presentaron la noticia junto con una larga lista de nombres y
apellidos que habrían pertenecido a la antigua comunidad judía
sefardita. Entonces, luego de revisar entre miles de apellidos muchos
descubrieron que eran judíos y que ahora podían pedir su pasaporte
con el “PLUS ULTRA” en letra dorada.
Los infortunados "neo-judíos" vieron desmoronarse sus sueños mediterráneos cuando supieron la verdad. Antes de 1492 los
judíos, por una cosa que se llamaba los “Estatutos de limpieza
Sangre”, se cambiaban el apellido. El poder civil y religioso
estaba ya bastante molesto con la influencia judía en la península,
así que para postular a cargo público, vida militar o monástica
había que demostrar ser un cristiano de pura sangre. Como no habían
pruebas de ADN bastaba con tener un apellido castizo de cristianos
antiguos. Tras la expulsión, la comunidad sefardita se marchó para
Portugal y, luego que los expulsaran también de ahí, se dirigieron
para Europa del Este y al norte de África.
A
América en los tres siglos de colonización arribaron muy pocos
judíos. Los “cristianos judaizantes”, como les llamaban, eran
perseguidos por la inquisición tanto acá como allá. Además, entre los
muchos requisitos para el viaje al Nuevo Mundo había que demostrar ser un
“cristiano viejo”. Seguramente hay mucha gente que piensa que es la excepción, pero en tres siglos de colonia a
toda hispanoamérica llegaron no más de 700.000 inmigrantes
españoles. La población nativa era de 9 millones y para agasajar
nuestra memoria no podemos olvidar los 2.4 millones de negros. Para rematar, lo que
probablemente no sabe es que en América, por las leyes de
Extirpación de Idolatrías, prohibieron el uso de nombres y
apellidos indígenas. Por tanto nuestros antepasados igual que los
judíos, se vieron obligados cambiar el apellido por una de la península.
En
resumen: La mayoría de los apellidos en la lista falsa son de un
peninsular vulgar y silvestre. Si un europeo lo posee, tendría que
demostrar que su familia salió de España en el tiempo de la
expulsión de 1492. Si un Americano lo tiene lo más probable es que
usted sea indígena y sigue viviendo en una ficción. ¡Felicidades!