En 2011 los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa se
movilizaron demandando mejoras en las instalaciones y más recursos
económicos. El 12 de diciembre, como medida de presión bloquearon
una autopista de la capital del Estado de Guerrero, después de un
enfrentamiento con la policía resultaron muertos dos estudiantes. El
26 de septiembre de 2014 nuevamente los estudiantes se organizan y
deciden trasladarse a la localidad de Iguala. Esta vez la protesta
era en contra de la discriminación de la que eran víctimas, pues el
gobierno de Guerrero estaba distribuyendo una mayor cantidad de
plazas en las escuelas urbanas en desmedro de la población rural.
Los manifestantes secuestraron autobuses interurbanos para
trasladarse (una práctica que se acostumbra durante las protestas).
La policía interceptó los buses y disparó contra los estudiantes
que les lanzaban piedras. Horas más tarde detuvieron otro bus que
transportaba un equipo de fútbol al que también dispararon pensando
que se trataba de normalistas. El saldo de la sangrienta jornada
fueron seis muertos, 25 heridos y 43 estudiantes secuestrados y
desaparecidos.
Lejos de tratarse de hecho excepcional, las investigaciones y
noticias nos informan que los presuntos autores intelectuales de la
masacre son el Alcalde de Iguala Luis Abarca y su esposa María de
los Ángeles Pineda, quienes fugaron poco antes que la policía
federal pudiera detenerlos. En toda esta truculenta historia aparecé
un grupo narcoterrorista denominado los Guerreros Unidos. El
exalcalde no sólo tenía relación con los delincuentes sino además
los financiaba. El día de los hechos el edil rendía un informe
municipal y después organizó una celebración. Se cree que Abarca
mandó a detener a los normalistas con el propósito de impedir que
éstos llegarán a irrumpir en el evento. Lo verdaderamente dramático
ocurrió después. Los 43 estudiantes detenidos por la fuerza pública
fueron llevados a un paradero desconocido y entregados como rehenes a
los Guerreros Unidos. Hasta este momento no se sabe si los
normalistas están vivos o muertos. Sin embargo, en la búsqueda de
sus cuerpos encontraron ya varias fosas con cadáveres incinerados.
Fosas y muertos siguen apareciendo, pero la verdad continúa sin
saberse.
México ha desaparecido como país y es el Estado el directo
responsable de todo cuanto ocurre. El territorio es actualmente
gobernado por las mafias del narco, las cuales se han incrustado
hasta las más altas esferas de poder. La lista de estos grupos es
enorme, pero los más poderosos son: Los Zetas, La Familia
Michoacana, el cartel de Sinaloa, el cartel del Golfo y el cartel de
Juárez. Tanto por su poder económico como por la influencia que
ejercen sobre lo político, son estos quienes han convertido la
nación en unos feudos o republiquetas gobernadas por la muerte. Sus
prácticas de violencia no caben en el sentido común. No se
conforman con asesinar a sus rivales, se ensañaban contra el ser
humano. Degüellan y obligan a la gente a morir asfixiada con su
propia sangre. Cortan cabezas con motosierras. Descuartizan cuerpos
con machetes y hachas para luego echarlos en turriles con ácido.
Mientras tanto el pueblo vive secuestrado en un país donde la
hegemonía del PRI no sólo ha destruido el Estado, también ha
cancelado la iniciativa y la participación social, ha sido funcional
al fenómeno del narco y además su plataforma política. Enrique
Peña Nieto, el presidente que mal leyó tres libros, es el retrato
del país sin futuro.