¿De quiénes son los diablos?

El gobierno peruano ha postulado la fiesta puneña en honor a la Virgen de la Candelaria como Patrimonio Intangible de la Humanidad y la UNESCO le ha concedido la declaración. Este hecho ha levantado una gran polémica en el el contexto boliviano, pues folcloristas, músicos, dirigentes y hasta parlamentarios están reclamando que dicha festividad se postuló a la nominación usando danzas y vestidos tradicionalmente bolivianos. Hagamos un recuento de lo cierto y lo falso en esta repetida confrontación entre dos países por sus bienes culturales.

Comencemos diciendo que, en efecto, algunos de los bailes que se usan durante la fiesta de Puno son de origen boliviano. Tanto la indumentaria, la música, la coreografía y su respectiva representación son un bien cultural desarrollado en el territorio boliviano y está íntimamente ligado a la religiosidad de los Andes del Collasuyo. Pongamos a la diablada en el centro de esta discusión. Sabemos que Bolivia no es el único lugar del mundo donde la gente se viste de diablo para ejecutar bailes rituales. Justamente en Perú se bailan desde hace mucho tiempo atrás otras diabladas que rinden homenajes a las divinidades cristianas. Algunas de las más conocidas son los diablos de Cajabamba, que le rinden culto a la Virgen María, y los Saqras de Paucartambo. Obviamente el fenómeno no se limita a los Andes, en la caribeñas tierras dominicanas también hay diablos bailarines y son la atracción principal del famoso Carnaval Vegano. Todas estas expresiones, incluida la boliviana, son el resultado de procesos de etnogénesis donde cada pueblo se fue reinventando una mitología propia dentro de la tradición cristiana.

El fenómeno de la diablada es comparable a lo que ha sucedido con la Salsa. Aunque nos cueste creerlo la Salsa es un baile norteamericano. Pensar que el baile mas delicioso y sensual de la América latina es gringo es absurdo pero cierto. Fue en los recovecos de Nueva York donde la Salsa compuso sus primeros sones. Ahora bien, obviamente este hecho sigue una cadena de acontecimientos que fueron juntando muchas tradiciones musicales del Caribe. La Salsa es una versión estilizada de ritmos como el mambo, el chachachá y la guaracha; a esto se sumó el jazz y de repente surgió una musicalidad nueva que hoy por hoy es patrimonio de pueblos como Cuba, Puerto Rico, Colombia y Venezuela. Viéndolo objetivamente, la Salsa es el resultado del encuentro y la comunicación de culturas, las cuales ampliaron su frecuencia con los aportes de lo distinto y crearon algo sencillamente mágico.

Haciendo un ejercicio arqueológico y genealógico es indudable que en Puno la diablada que se baila tiene todas las características de una diablada boliviana. Y es que fueron los mismo bolivianos quienes fueron a Puno bailar sus danzas a la Virgen tal como lo hacen en el Socavón o en Urkupiña. La adopción de nuestro patrimonio por parte de otro pueblo no debería ser un episodio de consternación sino de orgullo. No fue la estética de Cajabamba o Paucartambo la que prevaleció, la forma de bailar y representar diablos que se ha popularizado es la nuestra. Igual que la Salsa, las expresiones culturales de los pueblos generan modas y lo boliviano está de moda. Aún así nuestras fiestas de fin de semana no dejan de poner una buena cumbia o una salsa para agasajar el baile. Reconocer los orígenes es importante, pero celebrar nuestra influencia es mejor.