Todo cambia con rapidez y
violencia. El tiempo es una variable sujeta a nuestras percepciones y
por eso mismo limitada. Hemos creado la memoria, ya que ésta nos
sirve para tener un suelo en el cual movernos y poder componer
nuestro propio relato; de lo contrario habría que comenzar de cero
todas las veces. Esto explica el sentido de pertenencia a una tierra
y la construcción colectiva de nación y patria. Mirando fríamente
las cosas, los pueblos apenas habitan un territorio y su relación
con éste puede cambiar abruptamente en función a la correlación de
fuerzas entre los vecinos o contra la naturaleza. Pongamos algunos
ejemplos:
La invasión de los Hunos
precipitó el avance de los bárbaros sobre el imperio romano y
repentinamente la nación que gobernó Europa por más de cinco
siglos se derrumbó. Evidentemente, fueron muchas más las variables
que hicieron posible este hito, pero los protagonistas del hecho son
indiscutibles. América es el nombre de una tierra que antes era
llamaba de otras maneras y fue habitada por pueblos que la poseyeron
por más de 20.000 años. En el pasado la relación entre estos
grupos fue igual de violenta como en otras partes del mundo y la
existencia de los imperios Maya, Azteca e Inca replica procesos
humanos bien conocidos. Para que un imperio se constituya como tal
previamente tiene que haber sometido a sus rivales con el propósito
de ocupar sus tierras y ejercer su autoridad. Ahora bien, lo
realmente patético es ver cómo una geografía habitada por casi 10
millones de personas fue sometida por reducidos grupos de
expedicionarios españoles, portugueses e ingleses. Hoy por hoy la
mayor cicatriz de ese episodio es que los pueblos americanos son
naciones sin memoria, habitados por gentes sin identidad.
Esto nos sirve para entender en
sus verdaderas proporciones lo que significa la resolución del
diferendo marítimo entre Bolivia y Chile. Ambos países nacieron a
la vida independiente a inicios del siglo XIX. No obstante, antes de
tener nombre propio, cada una de estas geografías fueron otras
historias y construcciones sociales. Bolivia fue una Audiencia
perteneciente al virreinato del Perú y más tarde al virreinato del
Río de la Plata. Antes de la colonia, al occidente prosperaron
grandes culturas y un imperio; aymaras y quechuas comparten esa
memoria. Mientras que al oriente y sobre el amazonas vivieron cientos
de pueblos con caminos paralelos como divergentes. Chile fue una
capitanía perteneciente al virreinato del Perú, previo al capítulo
colonial aquellas tierras fueron las heredades de mapuches,
diaguitas, pehuenches y otros pueblos; exterminados no por la
colonia, sino por la República.
Ambos territorios consolidaron su
desvinculación administrativa de la corona. Pero eso no los libro de
enfrentarse en sus propias disputas sobre el territorio, aunque muy
poco se supiera de fronteras y de lineas para dividirlas. Chile como
país no tenía futuro sin tierra, así que se la arrebató a los
vecinos. Entregado a los intereses ingleses ejercitaba su vocación
de colonia para invadir y usurpar. Hasta ahí no hay nada de nuevo,
pues como hemos visto la historia de la humanidad está escrita con
los mismos argumentos. Cambiar el futuro es modificar la lógica con
la que operamos. Poseer un territorio no significa nada, porque tarde
o temprano todo cambiará. Construir una memoria de reparación y
justicia es un hecho que podría trascender lo particular y construir
otro tipo conciencia de nación y territorio.