Latinoamericana ha vivido en los últimos 20 años su más excitante
transformación desde que nuestras tierras consiguieron la
independencia del reino de España. La condición de colonias
significaba mucho más que la dependencia administrativa con la
península. En los tres siglos, desde que nuestro territorio fuera
invadido, los pueblos del continente fueron sometidos a un sinfín de
falsificaciones. Construyeron sobre nosotros una re-presentación de
la realidad que había cancelado nuestra iniciativa y posibilidad de
construir un futuro como naciones. Siendo objetivos la expoliación
de nuestros recursos terminó siendo el menor de nuestros problemas.
La sistemática destrucción de nuestras culturas, la cancelación de
nuestras estructuras de valores, el debilitamiento de las formas de
vida tradicional y el no poder ejercitar la palabra en nuestros
idiomas fueron la verdadera razón de nuestro patético pasado
postcolonial.
Cuando a un pueblo le robas el espíritu, ese ánimo capaz de generar
la conciencia de quienes somos y el orgullo por un modo de ser, éste
carece de iniciativa y vive mirando a los costados tratando de
definirse por lo que los demás le dicen que debe de ser. La historia
y las consecuencias de la guerra de la independencia son el germen de
lo que vendría después. Todos sabemos que los argumentos para
librarse del sometimiento a la corona española fueron planteados por
los criollos (hijos de españoles nacidos en América). Como en una
especie de adolescencia continental la burguesía americana quiere
ser libre para ejercitar el poder y gozar de los beneficios del
mismo. El objetivo era bueno y podía ser la posibilidad de
recomponer los tres siglos de desgracia colonial. En cambio el
criollaje reformuló los argumentos de la colonia y sometió a los
pueblos americanos de una manera mucho más perversa.
Los siglos siguientes fueron un autentico martirio para los pueblos
originarios. Los pueblos indígenas fueron despojados de sus
territorios y masacrados cuando se resistían o sus heredades poseían
riquezas. Las ciudades se convirtieron en geografías de la
despersonalización, ahí había que dejar de ser alguien y
convertirse en un individuo sin nombre y sin pueblo. El mito del
mestizaje se incorporó en nuestras categorías como una realidad
intangible, el cual no era más que un subsidio para reinventar las
clases sociales. La burguesía blanca comenzaría a ejercitar un
papel civilizatorio, negando a los pueblos indígenas y
afrodescendientes la posibilidad de participar de la historia. Fue
así que perdimos la oportunidad a ser verdaderamente libres y el
neo-colonialismo se ejecutó con la sofisticada codicia anglosajona.
Así hemos vivido hasta el surgimiento de una revolución sin
precedentes. De las bases de ese pueblo negado y excluido empujamos
el protagonismo de nuevos líderes capaces de darle un vuelco a la
historia.
Infelizmente no todo es pleno y Latinoamérica todavía sangra.
Colombia y México continúan repitiendo la patética imagen de unas
naciones sin futuro. Su gente todavía vive sin iniciativa y las
bases de su población ejercita la democracia prostituida al poder de
sus captores. La vieja burguesía criolla vive disfrazada bajo los
pretextos del desarrollo para negociar con unas tierras y unos bienes
que no son suyos. Ojalá que la firma de la paz en Colombia
signifique un nuevo despertar para un pueblo dormido entre las balas.
Quieran los Dioses que México explote y se termine para siempre el
imperio del PRI.