Gandhi
afirmaba que “un
país, una civilización se puede juzgar por la forma en que trata
a sus animales”.
Pero el líder pacifista, protagonista de la independencia de la
India, también afirmaba con la misma contundencia que la
no-violencia es el verdadero camino hacia la transformación de la
humanidad. En su discurso al congreso Indio expresaba de este modo
sus ideas: “Yo
tengo mucho leído acerca de la Revolución Francesa. Mientras estuve
en la cárcel leí el trabajo de Carlyle. Tengo una gran admiración
por el pueblo francés, y Jawarharlal me ha dicho todo sobre la
Revolución Rusa. Pero yo sostengo a pesar que ellas eran luchas por
el pueblo no eran luchas por la verdadera democracia, que yo
visualizo. Mi democracia significa que cada uno es su propio amo. He
leído suficiente historia, y no he visto tal experimento a tan gran
escala por el establecimiento de la democracia mediante la NO –
VIOLENCIA.”
Recientemente ha causado una gran
indignación el cruel maltrato a un perro colgado del pescuezo y
lapidado hasta la muerte. El hecho ha motivado muchas manifestaciones
en defensa de los animales, las cuales están exigiendo la
promulgación de una ley que los proteja de este tipo de abusos. Sin
embargo, con exactamente la misma violencia con la murió el perro,
una turba de enfurecidos y rabiosos ciudadanos llegó a la casa de
mujer protagonista del maltrato, para tirar piedras, quemar la puerta
de ingreso a su casa y pintarrajear sus muros. No contentos con
aquello esperaron a que la policía la saque custodiada de su casa y
aprovecharon el momento para amenazarla, insultar y agredirla. ¿No
debería ser igual de reprobable la reacción de una turba que,
aprovechando su anonimato, ejercitaba toda su violencia contra una
mujer de la tercera edad?
El sumario de los hechos da
cuenta que la razón del ajusticiamiento del can habría sucedido a
consecuencia de que éste se comió una gallina de la dueña de casa.
Al parecer la señora aplicó al pie de la letra una conocida
sentencia bíblica que dice: “ojo por ojo, diente por diente”. La
triste protagonista del escándalo se habría ahorrado todo el
suplicio que ahora padece si hubiese llevado al perro a su cocina,
tomaba su cuchillo más filo y lo degollaba en el hermetismo de sus
cuatro paredes. Luego de desangrarlo y despellejarlo adecuadamente,
fileteaba sus partes más nutridas y preparaba un rico guiso para el
medio día. Pero como no vivimos en China y nadie tiene idea a
ciencia cierta cómo se cocina la carne canina, la mujer escogió una
cuerda y unas piedras para hacerse pasar su rabia. Pues, sólo quien
sabe lo que es criar gallinas comprende lo duro y lo frustrante que
es perder un pollito crecido y engordado con mucho sacrificio.
Podemos
sacar valiosas lecciones de todo esto. Primero, matar un perro no te
hace peor que los demás, sólo nos muestra la verdad de todos
nosotros. Segundo, cuando abogues por los derechos de los animales no
te olvides que el pollo que te comiste hoy, creció en tres meses con
inyecciones de hormonas y murió decapitado cuando todavía respiraba
¿Que eres vegano y lo tuyo es la deliciosa carne de soya
transgénica? Eso no te hace diferente. El bosque donde habita toda
la vida silvestre es devastado por cultivos humanos en pequeña y
gran escala. Tercero, un mundo distinto no se logra crucificando a
una anciana, o llorando por un perro; cuando te vale un pepino la
miseria de un niño explotado o un feminicidio. ¿Porqué nadie
organiza marchas por eso o pidiendo que se cumplan las leyes?