El derecho positivo ayudó a
superar algunos de los más antiguos dilemas de la humanidad: cómo
administrar la justicia por encima de las variables sociales y cómo
definir aquello que ha de ser considerado bueno o malo por encima de
las variables culturales. Como parte de los argumentos que le dieron
forma a la modernidad, el derecho procura constituirse en una ciencia
que interprete las leyes como verdades comprobables a partir de los
hechos y los juicios sobre aquellos actos. Para ello se requiere
estructurar códigos mínimos de convivencia entre todas las
diferencias. Lo bueno y lo malo no son sino acuerdos sociales a los
hemos llegado mediante una negociación, la cual tuvo que superar
formas de comportamiento recurrentes que debían ser aprobados o
penalizados. Por ejemplo, universalmente sabemos que matar es malo,
pero matar en defensa propia no es tan malo, o al menos es
justificable. Así quien quiera que mate a otro ser humano debe ser
penalizado. Sin embargo, nadie dice nada cuando un avión no
tripulado extermina a extremistas con afanes terroristas.
Bolivia acaba de aprobar una ley
para defender los “derechos de los animales”, desde la
perspectiva del positivismo eso es inaudito, pues los sujetos de
derecho deben además ser sujetos racionales; es decir, deben tener
la capacidad de discernir lo que es bueno o malo para sí mismos como
para los demás. Nuestro Estado Plurinacional ha ido mucho más
lejos, pues con anterioridad también ha aprobado los derechos de la
Madre Tierra. La cuestión no tiene mucho misterio, pues aunque tales
leyes parecen otorgar un marco jurídico al ecosistema y a los
animales en particular, no serán estos los que acudan a un tribunal
para demandar los comportamientos de los seres humanos. En otras
palabras, estas leyes buscan regular el comportamiento de la sociedad
sobre sujetos y realidades incapaces de respuesta jurídica sobre
tales actos. Por lo tanto será la propia sociedad la que sancione a
quien produzca daño o muerte de la naturaleza y el habitad.
La ley que protege a los animales
busca frenar comportamientos humanos que para la mayoría son
reprobables. No hace poco fue motivo de escándalo nacional la
lapidación de un perro que se había comido las gallinas de la dueña
de casa. En muchas sociedades la muerte se paga con la muerte de
quien ha cometido el agravio. Las potencias económicas del mundo
como EEUU y China contemplan la pena capital como forma de castigo y
escarmiento, y son pocos los que cuestionan esta forma de aplicar la
justicia. Pero cuando un perro mata gallinas y es ajusticiado a
pedradas todo el mundo hace soberbio drama digno de una telenovela
latinoamericana. Pero la cosa es mucho más seria aún. La pobreza y
la indigencia son hechos profundamente lamentables. Hay seres humanos
que se ven obligados a vivir debajo de puentes, niños que deberían
estar jugando y estudiando hacen maromas para ganarse unas monedas y
todo el mundo se queda callado. Su situación es también una forma
de lapidacióń social que viene sucediendo lentamente. ¿Porqué no
hay leyes que garanticen una justa distribución de la riqueza, de
modo que nadie deba pasar hambre, ni niños que deban sacrificar su
infancia en la mendicidad?