En 1991 Estados Unidos llevó a
cabo la operación militar “Tormenta del Desierto”. El entonces
presidente Bush padre lideró una coalición de 34 países para
evitar la anexión de Kuwait por parte de Irak. La guerra la vimos
todos por televisión y pronto entendimos que lo que estaba en juego
era el control sobre el petróleo del Medio Oriente. Kuwait posee la
5a mayor reserva de crudo del mundo, acceso privilegiado al Golfo
pérsico, y como socio importante de occidente su filosofía
económica es fuertemente liberal. La guerra redefinió la
geopolítica internacional.
En septiembre de 2001 en grupo
terrorista Al Qaeda secuestró aviones y atentó varios objetivos en
EEUU. Dos aviones impactaron contra las “Torres gemelas” en Nueva
York provocando miles de perdidas humanas. El presidente Bush hijo
explicaba así lo sucedido: “enemigos de la libertad cometieron un
acto de guerra contra nuestro país.” Y lanzaba al mundo una
amenaza: “Todas las naciones en todas las regiones deben tomar
ahora una decisión: o están con nosotros o están con los
terroristas.” Dos años más tarde se lleva a cabo la invasión de
Irak acusando a su gobierno de poseer armas de destrucción masiva.
Poco después todos nos enteramos de la verdad.
En noviembre de 2015 el grupo
terrorista “Estado Islámico” ataca y mata a cientos de civiles
en el corazón de Europa. El presidente Hollande se pronuncia sobre
lo ocurrido: “Lo que pasó ayer en París y Saint-Denis fue un acto
de guerra y delante de la guerra el país debe tomar decisiones
apropiadas.” Desde España el presidente Rajoy se solidarizaba con
el pueblo Frances y profería la siguiente sentencia: “No estamos
ante una guerra de religiones, sino ante una lucha entre civilización
y barbarie. Todos los seres humanos que defendemos la vida, la
libertad y las sociedades abiertas nos sentimos golpeados y
amenazados por quienes quieren acabar ese modo de vida que hemos
construido a lo largo de siglos de progreso y de civilización.”
El mismo día en Beirut 44
personas mueren por atentados perpetrados por seguidores del mismo
grupo terrorista que atacó París. Todos los medios de información
ponen sus ojos en un sólo lugar. Los mass media nos saturan
hasta el cansancio con el llanto y el dolor de la “civilización”.
Lo que pasa en Beirut a nadie le importa. Lo que ocurre diariamente
en Siria, Irak, Afganistan o Palestina no tiene que preocuparnos,
porque aquellos rincones oscuros del mundo son parte de la barbarie.
Los enemigos de la libertad son los patrocinadores de una
escenografía maniquea. Ellos y sus territorios son la encarnación
del mal. Por eso, la civilización a través de sus aparatos
comunicacionales nos dice: “están con nosotros o están con los
terroristas.”
Habría que recordarle a la
civilización latina y cristiana que fueron ellos los que
protagonizaron por casi 200 años una campaña terrorista sobre el
mundo oriental so pretexto de retomar el control de Tierra Santa. No
estaría demás comentarles a los paladines de la libertad que el
colonialismo europeo atacó, exterminó, explotó y sometió a miles
de pueblos en América, África y Asia durante 4 siglos. Sería una
gran cosa decirles a aquellas naciones prototipos de la humanidad
verdadera, que las dos guerras mundiales tuvieron como epicentro el
subcontinente europeo. Quienes se rasgan el pecho por actos
dinamiteros, no olviden que las bombas atómicas que aniquilaron a miles civiles inocentes en Japón fueron lanzadas para proteger la
libertad y el progreso.