Concluyendo este ejercicio de introspección sobre el significado, no nos resta más que volvernos a preguntar ¿de qué modo resignificarnos bajo el paradigma constitucional de lo plurinacional puede transformar nuestra historia? El ser humano no se transforma por las palabras que el mismo ha creado, sino se significa de nuevas maneras con el auspicio de su palabra. Lo que la palabra pronunciada logra es que el espíritu, el alma, el “ajayu” de la gente y el pueblo se entienda de una determinada manera. Lo que resultaría sumamente provechoso saber cuales serán las consecuencias de esa reingenieria comprensiva, pero aquello es sólo sólo especular.
Como en el pasado, somos igual de vulnerables a perder nuestra historia en el tiempo. Los nombres que hoy nos nombran tienen la fragilidad de todo tiempo recién comenzado. El Estado Plurinacional se construye sobre unos deseos, una utopía y una ideología que sea capaz de lograr un nuevo país. Un país donde las diversidades que habitan este territorio sean reconocidas por lo que son y no como una masa indefinida por el embrujo del mestizaje. Entonces el nuevo oficio de los ciudadanos es doble, por una parte devolverle a quienes hay perdurado en su lengua, su territorio, sus vestidos, las tradiciones y la ternura el derecho ha existir como han sido, son y quieren seguir siendo. Por otro lado nuestra más grande tarea es intentar reconstruir los milagros de nuestra existencia pertenecida a las montañas y la selva. Volver a sentirnos hijos de la entrañas de la tierra e intentar devolver a nuestra lengua los tonos y las transfiguraciones de idiomas nacidos en el sol de diciembre y crecidos con el frío de junio.
Queda por demás claro que nadie podrá nunca jamás reconstruir el pasado y nosotros tampoco queremos hacerlo. El Estado Plurinacional como nuestro nuevo paradigma de época tiene y no debe pensar en el pasado para este presente. Sin embargo, debemos ser auténticamente conscientes de la tierra y el agua, las carnes y las lágrimas que nos han parido. Nos toca mirar con delicadeza y cariño a lo perdido, pero nunca más con desprecio ni añoranza. Lo que quiera ser este país en los próximos tiempos depende mucho del modo en que asumamos nuestra tarea. Este nuevo nombre del país en el que dormimos cada noche no significa nada mientras que los de hoy no nos encarguemos de construir los nuevos significados. La Bolivia Plurinacional tiene la enorme responsabilidad de delegar la posta de una COMUNIDAD que se piense en la reciprocidad, la riqueza de su diversidad y la complemetariedad de sus opuestos.