Era el 9 de febrero de 2012 cuando diez mujeres tuvieron que ingresar custodiadas por la policía al histórico Colegio Nacional Bolívar de la ciudad de Cochabamba. Aquel año la institución iba a cumplir 99 años de fundación y desde el primer día sus aulas habían recibido unicamente a varones. El Ministerio de Educación conminó al colegio a incorporar mujeres y aquello derivó en un vergonzoso movimiento de discriminación y sexismo protagonizado por alumnos y padres de familia. Durante la cobertura de los hechos se registraron actos violencia contra las jóvenes. En la cuenta de Facebook de los alumnos de este colegio se podía leer arengas y sentencias como las siguientes:
“Vamos chicos sigan así, resistan que el cansancio no les gane!!! Y recuerden, si quieres ser del Bolívar machito tienes que ser, macho muy macho.” “No es discriminación es tradición carajo.” “Fuera las chicas, lo siento pero es colegio de hombres. No saben a lo que se están metiendo y no es discriminación, es la mística del colegio.” “Nuestro colegio está decayendo por culpa de un director afeminado que no comunicó nada a los padres y aceptó por su propia cuenta a esas 10 imillas.” “Que las condecoren con el titulo de las 'Caprichosas de la Coronilla', carajo que mal está la sociedad carajo. Todos hacen lo que quieren y lo que quieren estas señoritas, sin importarles nada, es romper 98 años de tradición. ¡Mierda que asco! Sinceramente no lo puedo entender.”
Esas diez mujeres atravesaron las puertas de colegio bajo amenazas e intimidaciones, un año mas tarde fueron parte del aniversario número 100 de la institución y recientemente todas ellas se han graduado bachilleres junto a sus compañeros. Su epopeya no ha quedado como un hecho aislado, pues ha abierto camino para muchas más mujeres. Actualmente el Colegio Bolivar cuenta con 150 mujeres en sus aulas. Una de las estudiantes graduadas afirmaba lo siguiente a un matutino de la cuidad del valle: “Al principio nos costó mucho porque tuvimos que luchar contra los padres, los propios alumnos, con el machismo y esto se ha eliminado gracias a nosotras, rompimos con una tradición, nos costó mucho integrarnos al colegio. Fue duro, pero poco a poco nos fuimos adaptando, fuimos rompiendo el hielo y ahora estoy satisfecha por haber terminado.”
Estas historias que parecen pequeñas y periféricas son las que transforman para bien a la nación entera. Todo pueblo tiene un acumulado de tradiciones que unas veces se constituyen en un patrimonio distintivo de la identidad, pero existen otras que se degeneran en perversas formas de exclusión y discriminación. En este caso en particular se trataba de un Colegio exclusivo de varones cuya formación académica se combinaba con un régimen de tipo militar. Cabellos cortos tipo soldado, camisas y pantalones pulcramente planchados, marchas y ejercicios de orden cerrado, además de palazos y golpes para sostener la disciplina. Detrás de esa estructura se auspiciaba una idea obtusa de la masculinidad y por ende de la feminidad. Para ser parte del Colegio había que ser machito, para ser del Bolívar había hacer una elegía de los penes y pensar que las vaginas son sinónimo de debilidad.
Simone de Beauvoir lo describiría así: “el hombre se desprende definitivamente de la influencia de la feminidad y conquista contra la mujer la dominación del mundo. Consagrada a la procreación y a faenas secundarias, despojada de su importancia práctica y de su prestigio místico, la mujer no aparece ya sino como sirviente.”