El gran desafío de cada nuevo año es también hacer nuevas todas las cosas. El género humano es posiblemente el única especie viviente capaz de tener este tipo de conciencia. El tiempo no existe, esta variable habita en nuestra mente como piedra de toque para abrazar la finitud. El mundo existe desde hace miles de millones de años y nadie le ha celebrado nada sino sólo nosotros. Cuando el globo realiza un giro completo al rededor del sol experimentamos en su plenitud una de las fuerzas más importantes de las que rige el universo. Es la gravedad la que hace posible todas las circunferencias. Es la gravedad la que ha compactado la materia que conforma nuestro mundo en una esfera. Es la que evita que salgamos al espacio y nos contiene como parte de su existencia. Al mismo tiempo nos desafía y por eso mismo nos impulsamos hacia el cielo buscando traspasar sus fronteras. Esta fuerza de atracción junto a nuestra conciencia de tiempo y espacio es lo que hace posible eso que llamamos historia.
Contar los ciclos se convirtió en una práctica regular una vez que desarrollamos la habilidad de rastrear la posición de las estrellas. Nos acostumbramos a medir el tiempo para marcar las temporadas. Luego aprendimos a usarlo en función a nuestros sembradíos y las cosechas. Hoy por hoy delinea nuestra vida económica en todos los ámbitos, estructura la vida de los pueblos y las naciones en función a agendas y calendariza los principios y los términos de procesos que son más largos que el corto decurso de una vida. La humanidad ha alcanzado un alto nivel de sofisticación y progreso. Ya no huimos de las bestias que antes nos comían, ahora nosotros las cazamos y las encerramos en salas de exposición. Ya no es necesario rezar a los dioses por una buena cosecha, mediante tecnología de transgénesis se han desarrollado semillas resistentes a todas las adversidades climáticas y de plagas. La guerra dejó de ser un acto de barbarie donde dos bandos de hombres se mutilaban y aniquilaban a plan de piedras y cuchillos. Ahora alguien tripula un dron y desde miles de kilometros arrasa con el enemigo con precisas bombas teledirigidas.
El desafío de cada año es renovar las posibilidades de lo humano. El oficio de enumerar es una tarea que sólo nos sirve a nosotros y aquello embarga una profunda responsabilidad respecto a lo que podemos llegar a ser. Si contar se reduce a un vulgar ejercicio pirotécnico, no nos queda más que la resaca de los días siguientes y por delante una vida forrada de miedos. Repetiremos los días y los días nos repetirán a nosotros como a los objetos. El temor acortará nuestros sueños y nos conformaremos con ocupar un lugar en el espacio y habitarlo sin darle profundidad ni sentido. Eduardo Galeano ya nos había prevenido: “El hambre desayuna miedo. El miedo al silencio aturde las calles. El miedo amenaza. Si usted ama, tendrá sida. Si fuma, tendrá cancer. Si respira, tendrá contaminación. Si bebe, tendrá accidentes. Si come, tendrá colesterol. Si habla, tendrá desempleo. Si camina, tendrá violencia. Si piensa, tendrá angustia. Si duda, tendrá locura. Si siente, tendrá soledad.”
El universo nunca precisó de nosotros para existir y con certeza seguirá su rumbo tras la hora de nuestro término. Lo que probablemente estamos olvidando es que aprendimos a contar para hacernos preguntas y que todo futuro depende sólo y únicamente del poder y la calidad de esas preguntas, antes que cualquier respuesta.