

El liberalismo también compone su utopía (lugar imposible) en esa ficción antinatural. Arguye que la desaparición del Estado permitirá que la misteriosa “mano invisible del mercado” autorregule las relaciones económicas de todos los individuos. El “individuo” también es indispensable para la concreción de la ideología liberalista. Cada individuo es una unidad económica responsable de su propio progreso y subsecuente felicidad material. El liberalismo también propone que esos pequeños ladrillos económicos se agrupen en beneficio de la sociedad en su conjunto. El modelo económico liberal presume que es capaz de arrastrar hacia el bienestar a todas las partes económicas dependientes. Quienes no se arriesguen a invertir su capital en búsqueda del éxito económico habrán de entregarse al oficio del funcionario. Los funcionarios son aquellos que, incapaces de poner capital, venden su mano de obra como trabajo que monetiza la riqueza de su empleador.
En el tiempo de la Guerra Fría el mundo se dividió por una pared de concreto bajo las amenazas de una hecatombe. Lo que hemos podido aprender desde ese tiempo hasta el presente es que ningún fundamentalismo ideológico es viable. El capitalismo ha demostrado que no se autoregula, sino patrocina una brecha insalvable entre pobreza y riqueza. La historia también prueba que no se puede obligar a un cuerpo social a vivir en un escenario de redistribución de la riqueza dictatorial (como aspira el socialismo). El idilio anarquista es una idea bonita pero imposible, pues no hay manera de separar a los sujetos de sus contextos y referencias.
La COMUNIDAD es la realidad a la que nos pertenecemos. En ella se valora y promueve la diferencia, esto cobra sentido cuando se hace imprescindible la interdependencia para sobrevivir. La riqueza se redistribuye mediante la fiesta, por tanto uno se hace rico pero con el único propósito de crear abundancia para compartir. La justicia busca la reparación antes que la punición. El poder se delega como tarea y es otorgado en razón de la experiencia y sabiduría. ¿Será posible trasladar esos valores de vida a gran escala?
