Independientemente del resultado del referéndum es menester que el Estado haga policía en toda la infraestructura del gobierno hasta sus recovecos. Afirmar cándidamente de que todo lo que se dijo contra la reforma constitucional en las vísperas de la justa electoral estaba organizado y financiado por la embajada de Estados Unidos sirve como propaganda, pero no justifica ni allana el encuentro con la verdad. Estas últimas semanas la gente se ha engolosinado con las historias de faldas y títulos de licenciatura no habidos, pero nada de ello realmente importa y aporta poco a las cuestiones de fondo; pues apenas alimenta el morbo. Nos encanta meternos en las vidas ajenas y el oficio de la crítica engorda el vacío de vidas sin importancia. Relegamos los hechos de fondo para especular con nimiedades.
Más allá de los culebrones propios de una mala telenovela mexicana, Bolivia necesita respuestas sobre todo lo que se ha puesto en cuestión de la actual gestión gubernamental. Nadie va poder olvidar todo el bien que se ha hecho estos últimos 10 años. La historiografía recordará esta década como un tiempo de autentica trasformación de las estructuras sociales y económicas del país. No obstante, esto no exime al gobierno de ofrecernos explicaciones respecto a todo aquello que no ha sido posible debido a la irresponsabilidad, la corrupción, el hurto o la mezquindad.
Uno, en el boca a boca callejero, escucha muchas cosas que son difíciles de probar. Cosas como que el Banco Central de Bolivia ha sido tomado por incompetentes para cumplir con cuotas de trabajo ofrecidas en tiempos electorales. Motivo por el cual se despidió a profesionales de alto estándar para poner a buenos para nada. Cosas como que el Dakar ha servido para hacer rico a todo el círculo familiar del ministro de culturas mediante la concesión de provisión de agua potable para el evento automovilístico. Todos estamos escandalizados con los desvíos de dineros del Fondo Indígena y eso se ha vuelto nuestra comidilla, pero nadie dice nada de lo que aparentemente parece regular. Antiguos funcionarios cuentan que los proyectos que se aprobaban eran aquellos que le dejaban al director una mordida, allende de lo que habían de recibir los inspectores. Mientras tanto las comisiones de dirigentes campesinos que no sabían de la trama o no podían financiar la fechoría pasaban semanas enteras en un pasillo ignorados. Asimismo parece que sucede en yacimientos, los que reciben contrato no son otros que aquellos que han otorgado un mordisco de sus ganancias a cambio de hacerse de los billetes del Estado.
Claro que nada de esto es nuevo, hay una comparsa de gentes que ha vivido el oficio del camaleón y se ha acomodado a todas las coyunturas para seguir haciendo lo mismo que han hecho toda la vida: defraudar y estafar. Sin embargo, hay también una nueva generación de ratas delincuentes que se aprovechan de la burocracia estatal para aumentar los ceros a la derecha en su cuenta de ahorros.
Independientemente del resultado del referéndum el Gobierno tiene que darnos una sensata justificación o cuanto menos una disculpa por todo lo que funciona mal. Contra los males, cualesquiera que sean, el mejor remedio es el acabamiento del agente infeccioso. Esperamos todos que realmente se combatan y proscriban a todos los perversos que se aprovechan de toda nuestra buena voluntad. El mentado Proceso de Cambio tiene que ser más que un eslogan, debería ser la transformación radical de nuestras formas de vida.